Señor,
¡que mis enemigos sean numerosos! ¡Que una multitud se levante contra mí!
(Salmo 3)
Sí,
Señor, os llamo, elevo mi mirada hacia Vos, porque los enemigos de la Iglesia
son muy numerosos: los grandes medios, la masonería, la contra-cultura, las
leyes que promueven el aborto, la eutanasia, la contra concepción, el divorcio
y pronto el alquiler de vientres, la fabricación mercantil del niño, la teoría
del género, los métodos pedagógicos, la idolatría del deporte, el poder del
dinero y la violencia islamista. ¡Ellos son numerosos, Señor! No solo vuestra
Iglesia, sino aun los hombres y toda la sociedad son amenazados por la nueva y
temible esclavitud de los espíritus.
Un
gran número dice a mi alma: “No más salvación para ella, cerca de su Dios”
La
gran tentación, Señor, es creer que vos no podéis salvar a los hombres. La
salvación vendrá de los hombres, dicen ellos. La salvación vendrá de nuestras
leyes y de nuestra técnica. Nosotros haremos reinar la paz por golpes
financieros, por la inteligencia artificial, por los genes modificados y por la
reescritura de la historia. Nosotros impondremos el vivir juntos, a golpes de
buenos sentimientos y desarraigo. ¡No más trascendencia! Vamos a fabricar un
hombre nuevo sin naturaleza, sin moral, sin sexo definido, sin historia, sin
otra vocación que la de ser más fuerte, más perforado.
Pero
vos, Señor, sois mi protector y mi gloria, y vos levantáis mi cabeza.
Sí, Señor, espero en
Vos. Vos que habéis elegido al pueblo judío y liberado de la esclavitud de
Egipto. Vos habéis enviado a vuestro Hijo, quien murió y resucitó por nosotros.
Vos nos habéis revelado el camino para participar en vuestra vida
bienaventurada. Vos sois nuestra gloria, nuestra vida, nuestra felicidad. Vos
habéis instituido vuestra Santa Iglesia y suscitado en cada época de la
historia, santos, una minoría que humildemente y corajudamente hace avanzar
vuestro reino. ¿Cómo no elevar la cabeza pensando en los pequeños niños de
Fátima que han cambiado el curso de la historia?
Grito
hacia el Señor y Él me escucha.
Señor, me permito
gritar hacia Vos con Abraham, con Moisés y todos los profetas. Oso gritar a Vos
con Cristo, Él que fue escuchado en razón de su piedad. Si no puedo elevarme
hacia Vos, si no puedo franquear el abismo, mi voz puede atravesar el espacio.
Sé, con certeza, que Vos esperáis de todos, resoluciones, una conversión y la imitación de
vuestro Hijo, Jesús, que ha predicado, curado, nutrido y liberado a las almas
del demonio. Pero vos esperáis en primer lugar que nosotros nos apoyemos en la
gracia que viene de lo alto. Señor, dad a vuestra Iglesia religiosos que
consagren su vida a gritar día y noche, hombres y mujeres que griten por
aquellos que no gritan.
Me
he acostado y dormido y me he despertado, porque el Señor me ha llamado.
Señor, creo en Vos.
Tengo confianza en Vos. Espero contra toda esperanza. Como Cristo en la cruz,
puedo ir hasta la muerte. Se que Vos no nos abandonarás. Podemos caer muy bajo,
pero que sea entre vuestras manos. Vos nos despertaréis, como habéis resucitado
a Cristo, quien ha enviado sus apóstoles a convertir a las naciones.
Señor, levantaos
F. Louis Marie,
O.S.B.
Abad de Santa
Magdalena de Le Barroux
15 de junio de 2017.
Tomado de Les Amis du Monastère, n°162.