GERMÁN MARTÍN RAIS
31-10-13
En el año 2011
estalló un movimiento popular, a priori espontáneo, que perseguía un cambio
político. “Toma la calle”, “Democracia real ya” y otros eslóganes constituidos
en plataformas o asociaciones pretendían obrar el milagro del cambio. Las
acampadas en las plazas públicas pronto degeneraron, como así lo hizo el
movimiento velozmente infectado por los sectores antisistema cuya principal
propuesta era, y sigue siendo, echar abajo todo lo que hay. Su organización fue
asamblearia y obviamente colapsó antes siquiera de comenzar. Como a ellos nadie
los representaba, no se pudo articular una alternativa seria que resultase
viable y que corrigiera lo mucho que está mal en nuestro sistema político. Y la
esperanza terminó de la única manera que podía acabar: diluida en la nada.
Muchos por aquel
entonces, y hoy en día con más fuerza y convicción, anhelamos un cambio
político. Sabemos que ese cambio debe ser articulado por personas capaces, con
inquebrantables principios éticos y morales y cuyo espíritu anteponga el honor
a las miserias humanas. Sólo de este modo se puede generar un incipiente
movimiento transformador y regenerador que alcance la dimensión necesaria para
que culmine en una obra efectiva.
Este movimiento podía y debía nacer dentro
del mismo sistema, porque es mentira que el sistema no deja cambiar las cosas.
El sistema permite constituirse en asociación, en plataforma y en partido
político. El sistema permite que se vote a la opción elegida dentro del panorama
político. El sistema permite cambiar las cosas si se alcanza una mayoría
suficiente. De este modo, si las cosas no se cambian es porque el pueblo no lo
quiere. De él surgen las iniciativas, él las vota, y con el respaldo
suficiente, se consiguen los cambios.
Pero para empezar es preciso que ese
sentir popular se cristalice en hombres capaces, se organice y se articule, se
presente y se exponga con claridad para que sea respaldado. Y lo que está claro
es que con mediocridad no se cambia nada del calibre al que aspiramos y por eso
no se cambió nada en el año 2011.
Gracias a Dios, en el
panorama actual tenemos alternativas políticas que encarnan esa intención de
cambio, constituidas por personas que se pueden erigir en los referentes que
necesitamos y que lo único que precisan es crecer en apoyo ciudadano.
Se presenta estos
días el “Movimiento ciudadano” impulsado por Albert Rivera y el partido
Ciutadans. Sus propuestas resuenan en el interior de millones de ciudadanos,
son en extremo sensatas y posibles. Y de llevarse a cabo, España por fin
entraría en una fase de madurez política y ciudadana dejando atrás de una vez
por todas a la izquierda progre, rabiosa, vulgar y demagoga y a la derecha
engominada, arrogante y economicista. Y, una vez obrado el cambio, podría
asomar la izquierda madura, responsable y con sentido de estado y la derecha
abierta y moderna que necesitamos.
Desde Ciutadans han
dicho que de no asumir el poder gobernante el compromiso de la plataforma que
impulsan, considerarán el presentarse a las elecciones a nivel nacional.
Váyanse preparando porque no les va a quedar otra. En cuanto a la ciudadanía,
aquí se brinda la oportunidad que esperamos y pedimos. Hay que apostar por esta
iniciativa y exigir y velar para que estos hombres no pierdan jamás la
perspectiva de su origen ni se desvíen del camino. El reto personal que han
asumido es colosal y van a necesitar nuestra fe y nuestro apoyo.
Fuente: Elmanifiesto