Seamos francos
Carlos Ares
Periodista
Perfil, 11.5.24
Seamos francos,
sin el acompañante terapéutico encubierto como ministro del Interior, el
Presidente se percibiría Conan. Saldría a ladrar al balcón. El perro está
muerto, dirán ustedes. Sí, pero el dolor no. La humillación que le hicieron
sentir de pibe, tampoco. Entrenado en ver la espuma de la rabia ajena, tomando
un café en la empresa de Eurnekian donde se conocieron, el acompañante le
aconsejó: “Andá a terapia Javier, llevar estos pesos en la vida no sirve”.
Años más tarde, ya
en campaña electoral, cuando le escuchó decir que “el peso es excremento”,
dudó. “Capaz que entiende todo para el culo”. Medio chiflados, divinos,
desbarataos, en las reuniones de Gabinete se tratan de usted. Hola don
Guillermo, hola don Javier, ¿pasó usted por el Congreso?, por el Congreso yo
pasé. ¿Vio usted a las ratas? A las ratas yo las vi. Adiós don Guillermo, adiós
don Javier. El acompañante lamenta que no ahorre en provocar, ni en boludear.
El Centro Cultural Karina será el Palacio Libertad. Fin, dice el vocero de
Adorni.
Hijo de un almirante, criado en el rigor de la Base
Naval de Puerto Belgrano, el acompañante no es de los que abandonan el barco.
Salvo que se hunda en la corrupción. Cuando se denunciaron sobornos en el
Senado, renunció como diputado “por cansancio moral”. Compuesto en azul marino,
voz pastel al tono, cada mañana activa el cabrestante para recoger, atemperar,
interpretar, disolver las deposiciones del mastín ingles que flotan sobre las aguas
servidas.
En la penumbra del
dormitorio se enciende la pantalla de uno de los dos celulares. El ringtone no
es el de la alarma, Amarcord, de Fellini. Se escucha el de Psicosis, la de
Hitchcock, en la escena del baño. La mano tantea la mesita de luz. Cada vez más
temprano el brote, piensa el acompañante. Ve venir el primer torpedo del día.
No es vida ésta, siente. Tira de la frazada, se tapa hasta la cabeza.
El volumen del
sonido de llamada aumenta. En la duermevela, Norman Bates (Anthony Perkins),
vestido con ropa de su madre muerta, alza la mano armada. Detrás de la cortina
cerrada se ducha Marion (Janet Leigh). Máxima tensión. Cuando el cuchillo se va
a clavar en la garganta, el terror termina de despertarlo. Encuentra el
celular. Atiende. No dice hola, pregunta: “¿Qué carajo dijo ahora?”.
Sin el acompañante
encubierto como ministro del Interior, el Presidente saldría a ladrar
Católico, casto, casta, un clásico de la clase
política, alumno del jesuita Jorge Bergoglio, futuro Papa, se recibió de abogado
en la Universidad del Salvador. Secretario en el Ministerio de Justicia de
gobiernos militares, Levingston, Lanusse, continuó en el de “Isabel, María
Estela Martínez de Perón. Desde 1976, Videla, hasta 1985, Alfonsín, fue
Director del Instituto Nacional de Crédito Educativo.
Sombra, opción be,
lado oscuro de la Luna, escorado a la derecha liberal, navegó siempre detrás de
otras espaldas enajenadas, desde Cavallo hasta Alberto Fernández, pasando por
el subcomisario Patti, Béliz, Scioli, a quien le tiró ahora la soga de una
Secretaría para salvar al Pichichi que se ahogaba en las arenas movedizas del
desierto político. Escaso de tripulación, el acompañante recordó que fue
presidente del Banco Provincia gracias a Scioli gobernador.
No oculta, no
relata su historia. La cuenta como es. Con el ánimo sereno de quien no tuvo, no
tiene, denuncias, ni causas pendientes con su pasado. Concejal porteño,
diputado, integró por convicción fórmulas electorales que sabía destinadas a
perder, apoyó a candidatos que le pidieron ayuda, aceptó cargos sin ser
partidario. Puede explicar porqué estuvo cada vez, con quién, qué dijo, qué
hizo.
Confía en que
hablando, exponiendo ideas, argumentos, las personas pueden entenderse, llegar
a acuerdos, cumplir los compromisos asumidos. Se destaca por eso en un gobierno
de funcionarios que escupen resentimiento cuando declaran. Temple de estoico,
paciencia de artesano, aguante de monje, cada día teje una posible convivencia.
Ata los leves hilos de la tela de araña que el león desgarra con sus zarpazos.
Cuesta sacar del
barro de la política un nombre sin manchas
pero, seamos francos, el acompañante terapéutico merece que se le
agradezca su agotadora tarea.