sino un troll en jefe
Jorge Fontevecchia
Perfil, 27-04-2024
En los comentarios
de esta columna de ayer en Perfil.com, Carlos Vaneri escribió: “No puede
entender a Milei quien no empieza por entender que hay dos y no un Milei. Se lo
ve claramente en cada una de sus presentaciones. Su discurso, variado, se
dirige claramente a dos niveles de pensamiento. Por lo tanto a dos públicos
diferentes. Uno en el plano racional y otro en el plano emocional. Y le va muy
bien así. En el plano racional, expone didácticamente conceptos, ideas,
ideología y propuestas de acción de gobierno. Es para el público racional, de
sentido común, el que se posiciona con objetividad y conocimiento. Otro es en
el plano emocional. También le va muy bien allí. Ahí expone emocionalidad,
enfrenta, agrede, se burla. Es histriónico. Ahí le está hablando a un público
poco instruido y joven. Que se guía por lo emocional. Son dos Milei diferentes,
alternativos, para dos públicos diferentes. Quienes unifican todo elogiando o
criticando a un único Milei no entienden nada”.
Muy interesante, y
tres aspectos más que combinan a los dos Milei: 1) que ambos Milei comparten el
carácter del exceso; 2) que aun en el plano racional sus ideas, al ser
hiperbólicas, se tornan irracionales, y 3) hay otras dos discursividades: en
público y, significativamente más prolífico, en redes sociales.
La semana pasada
la revista política norteamericana The Nation publicó un artículo sobre nuestro
país donde dice: “Argentina no tiene un presidente sino un troll en jefe”
(Argentina doesn’t have a president so much as a troll in chief). Ya un mes
antes, el Buenos Aires Times que se publica en papel los días sábados junto con
PERFIL había difundo una nota cuyo título traducido al español era “El
presidente ‘troll’ de Argentina: Milei apunta a sus rivales en línea”. Allí se
citaba al sociólogo Silvio Waisbord decir: “Los trolls humillan a los demás, a
los adversarios y a cualquiera con quien se cruzan. Son provocadores que
disfrutan insultando y menospreciando. Trafican con ironías y sarcasmos que
reflejan sentirse superiores”.
Corresponde
preguntarse cuánto de la cultura troll bullynera del espacio digital atravesó
la frontera de lo material y contagió al discurso oral del Presidente, que tuvo
su hipérbole el miércoles pasado en su alocución durante la cena de la
Fundación Libertad, donde la ridiculización del adversario incluyó imitaciones
denostativas recordando su pasado de standapero. Y siguiendo en el análisis,
cuánto de ese efecto catártico de su ira expresada en esas agresiones no tiene
componentes sádicos, hasta un goce con el dolor ajeno.
En la mañana de
Radio Perfil, el ministro de Educación bonaerense, Alberto Sileoni, sostuvo que
Milei “adjetiva alto, ofende y tiene el desvínculo y la burla como una de sus
herramientas de comunicación”. “El maltrato, la burla al dolor, eso roza un
límite de la condición humana, porque por supuesto que no estamos de acuerdo con
las medidas, pero hay medidas que se pueden anunciar por convicción, pero
entendiendo el daño que causan”. Y en el mismo programa, el profesor Jorge
Alemán aporto argumentos diciendo que “Borges siempre dijo que Argentina
padecía de la hipérbole, es decir, de una especie de exceso lingüístico y de a
veces sustituir los argumentos por los énfasis”.
Además de su gusto
por la figura retórica de la hipérbole, son habituales en el discurso de Milei
tanto la escatología en su decir como la procacidad en las imágenes que
reproduce en las redes sociales.
Regresando al
aporte del comentarista sobre los dos Milei que les hablan a dos públicos
distintos, el sociólogo Eliseo Verón clasificó los discursos en tres categorías
en función de quienes fueran sus destinatarios, siendo uno positivo y otro
negativo. A los primeros los llama prodestinatario y paradestinatario, y al
segundo, contradestinatario.
El prodestinatario
es aquel que comparte no solo lo que el dirigente político expresa en ese
momento, sino que adhiere al espacio político desde el cual el enunciador
habla.
Los une una
creencia presupuesta donde es más esperable la apelación a la dureza porque les
está hablando a los propios, a quienes lo votaron sistemáticamente en las PASO
y en primera vuelta.
El paradestinatario
comparte con el anterior también estar construido positivamente, pero en el
momento tiene suspendida la creencia. Es el blanco al que se intenta convencer
y persuadir y podría asociarse a lo que nuestro comentarista llama plano
racional del discurso de uno de los dos Milei, y podría asimilar a los votantes
de Juntos por el Cambio que se le sumaron para darle el triunfo en segunda
vuelta.
Y el
contradestinatario es el construido negativamente, para dirigirse a la
dirigencia con la que se polemiza, donde hay una inversión de la creencia y
apunta a un contrincante. En este caso, tanto quienes votaron en su contra en
el balotaje como los políticos del panradicalismo, socialismo y panperonismo.
Un epílogo sobre
los dos Milei con foco en el emocional, el goce y el placer no es lo mismo, la
descarga de agresividad no necesariamente puede ser placentera. El goce es
caracterizado por el exceso, la hipérbole del placer, y esa descarga al mismo
tiempo puede producir dolor, porque esa compulsividad es masoquista. Daña al
otro, dañándose. El goce no se satisface nunca, quiere siempre más y termina
siendo autodestructivo. El placer es del campo de la pulsión de vida mientras
que el goce, de la pulsión de muerte.
La misma
preocupación vale para la eventual existencia de dos Milei dentro de Milei que
nos propone inquietantemente el comentarista Carlos Vaneri, la escisión de la
persona también generaría costos emocionales, no es un mecanismo de ataque sino
defensivo de la personalidad. La literatura nos aporta el caso de Dr. Jekyll y
Mr. Hyde.
En cualquiera de
los casos, siendo el propio Milei quien se define a sí mismo como un
comunicador, las formas, los modos y el énfasis pueden terminar teniendo más
importancia que el contenido. Un digno caso de estudio.