suscita apoyos masivos a la vez que expone la
desidia de la dirigencia
Claudia Peiró
Infobae, 04 May,
2024
Que tantas
organizaciones e individualidades consideren necesario exigir a las autoridades
-políticas y educativas- que niños ya escolarizados puedan leer y escribir
correctamente al entrar a tercer grado dice mucho acerca de la crisis en la
cual nos encontramos.
Si, como advierten
los impulsores de esta campaña, en 3er grado uno de cada dos niños no entiende
lo que lee, significa que la escuela argentina ha perdido su norte y está
fallando en la misión que le dio origen y sentido.
#QueEntiendanLoQueLean
es el lema con el cual se busca exponer la tragedia escolar actual. Esta
Campaña Nacional de Alfabetización, relanzada por más de 180 organizaciones de
la sociedad civil y cientos de personalidades, está motivada por ese dato
revelador:, un diagnóstico dramático que surge de las últimas evaluaciones
internacionales de Unesco -pruebas ERCE 2019- según las cuales en Argentina,
el 46% de los chicos de 3er grado no entiende lo que lee y sólo 1 de cada 10
alumnos (14%) se ubica en el nivel de desempeño más alto en lectura.
Estos datos son
confirmados por los resultados de las pruebas internacionales PISA 2022, que
evalúan a estudiantes de 15 años de edad en 71 países: en Argentina, 7 de cada
10 alumnos de la franja socioeconómica más baja no alcanzan el nivel mínimo en
lectura mientras que en el sector socioeconómico más alto son 3 de cada 10 los
que tampoco lo alcanzan.
El mérito de esta
Campaña es poner el foco en el principal problema en el que deben concentrarse
las autoridades -políticas, legislativas y educativas- si de verdad les importa
la educación, como declaman. La finalidad, explican sus organizadores, es
alertar acerca de lo que ocurre con la comprensión lectora en la Argentina,
para que esto se convierta en prioridad en la agenda educativa y se trabaje en
revertir la situación.
“La Argentina
atraviesa una crisis en el aprendizaje de la lectura y la escritura que se
proyecta a lo largo de la trayectoria de los estudiantes en todos los niveles
socioeconómicos”, advierten los promotores de esta Campaña que tuvo su primer
lanzamiento, hace justo un año, el 4 de mayo de 2023.
En aquel momento,
seis precandidatos presidenciales, incluido el actual presidente, Javier Milei,
y 16 gobernadores firmaron el Compromiso por la Alfabetización. El pasado 25 de
abril, acompañaron el relanzamiento de la Campaña los gobernadores Ignacio
Torres (Chubut), Gustavo Valdés (Corrientes), Ricardo Quintela (La Rioja), Hugo
Passalacqua (Misiones) y Claudio Poggi (San Luis), y el jefe de Gobierno de la
Ciudad, Jorge Macri. Además, la Secretaría de Educación Nacional y muchos
ministerios provinciales anunciaron que implementarán políticas de
alfabetización este año.
Marcelo Velázquez,
director de Más Voces, destacó la imprescindibilidad de una correcta
alfabetización para el resto del recorrido de un estudiante: “Es muy común
escuchar en ámbitos educativos que ‘los chicos llegan a la universidad sin
hacer una regla de tres simple; o que llegan a la secundaria sin comprender
textos básicos’. Hace años que venimos levantando la voz para que toda la
sociedad tome conciencia de que la base de todos estos diagnósticos es la alfabetización
inicial”.
“La evidencia
muestra que en Argentina hay un problema muy serio de alfabetización inicial,
sin distinción por nivel socioeconómico”, dijo por su parte Belén De Gennaro,
directora de Campañas de Argentinos por la Educación.
En estos días, a
raíz de la protesta contra el recorte de fondos a las universidades, tuvimos la
ocasión de escuchar, una vez más, rasgarse las vestiduras por la educación
pública a los mismos que, por acción y omisión, vienen trabajando en
destruirla.
En la impresionante
Marcha Universitaria Federal del 23 de abril pasado, la gente, mayormente
autoconvocada, demostró hasta qué punto la educación es un valor arraigado en
nuestra sociedad. Otra cosa son las declaraciones de los dirigentes y lo que
sucedió en el palco.
Un ejemplo
bastará: la representante de CTERA saludó la “unidad de la educación pública de
las y los estudiantes, de las y los rectores, de las y los profesores, de las y
los trabajadores y sus sindicatos”. Un lenguaje impostado que solo revela
ideologismo y muy poca preocupación por la excelencia educativa. Eso sí, no se
privó de presentarse a sí misma y a los otros jefes de CTERA como adalides del
derecho a la educación: “...nosotros y nosotras, los que defendemos la escuela
pública…”
Levante la mano el
que alguna vez escuchó a la CTERA expresar preocupación el constante
vaciamiento de contenidos en los programas escolares, o el que vio a algún
sindicalista docente cuestionar el facilismo educativo que llevó a barbaridades
tales como eliminar todo tipo de sanciones disciplinarias en los colegios,
prohibir la repitencia, dar por aprendidos los contenidos del año de pandemia
para todo el mundo, facilitar el tránsito de un nivel a otro de secundaria
llevándose un número cada vez mayor de materias, etc., etc.
Hay cosas que
pasan más inadvertidas pero no por eso son menos graves. El 16 de abril pasado,
la provincia de Buenos Aires dedicó una jornada entera a la ESI en todas las
escuelas. Traducción: durante todo un día se suspendió la enseñanza de lengua,
matemática, ciencias sociales, ciencias naturales, etc., para que todos los
docentes, todos, dieran contenidos de ESI, la nueva religión progre.
Levante la mano el
que escuchó a CTERA u otro sindicato docente protestar por esto. Aparte del
tiempo desmesurado dedicado a este tema, ¿con qué derecho las autoridades
educativas obligan a docentes de una materia a dictar contenidos de otra?
Excepto lo
salarial, los sindicatos no defienden los intereses de sus propios afiliados;
sí los apaña en los abusos de los estatutos. Algo que hasta Cristina Kirchner
-líder de la mayoría de los sindicalistas docentes- denunció en varias
oportunidades.
La ex Presidente
lo volvió a hacer el pasado 27 de abril en Quilmes: “En la escuela tenemos que
rediscutir todo, sobre todo primaria y secundaria”, dijo. “Yo quise tal vez
entablar una discusión allá por el 2012 y me sacaron a los bolsazos. ¿Se
acuerdan aquel mensaje del 1 de marzo en donde fui muy criticada?”, recordó, en
relación a un discurso de apertura de sesiones cuando hizo suyos todos los
argumentos que los gremios denuncian como reaccionarios. Entre el público,
estaba Roberto Baradel, secretario general de Suteba.
En aquella
ocasión, la entonces Presidente cuestionó el elevado ausentismo -24,18% a nivel
nacional- y denunció que eso significaba que un cuarto de la masa salarial se
pagaba dos veces, al titular y al suplente. También insinuó que cobraran
bastante para “una jornada laboral de sólo 4 horas contras 8 del resto de los
trabajadores” y, no contenta con eso, también les espetó los “tres meses de
vacaciones”... Pero los gremialistas, muy combativos ante otras críticas, en
esta ocasión no replicaron.
“¿Cómo es posible
que cada vez que nos reunimos con sus dirigentes tengamos que hablar de salario
y no de los pibes que no tienen clases?”, preguntó Cristina Kirchner. Y agregó:
“Esto es lo que yo quiero cambiar de la cultura”.
De más está decir
que no lo hizo, no usó su ascendiente en ese sector para promover esos cambios.
Tampoco hizo nada su ministro de Educación nacional, Alberto Sileoni, presente
y aplaudiendo en el recinto, que estaba en el cargo desde 2009 y siguió hasta
el 2015 (y desde diciembre de 2021 está al frente de la educación bonaerense,
gabinete Kicillof).
Ahora, en Quilmes,
volvió a hablar del tema, pese a que las políticas educativas de sus dos
gestiones no fueron capaces de combinar equidad con calidad educativa; por el
contrario, la inclusión se hizo en detrimento de la excelencia, con el
resultado de que se trató de una falsa inclusión. Una estafa. Muchos jóvenes
egresan del secundario solo para darse cuenta de que, aunque el título obtenido
les permite legalmente inscribirse en la universidad, no han sido realmente
formados como para seguir estudios superiores.
Con justa razón
pero demasiado tarde, en Quilmes, Cristina Kirchner reivindicó la educación que
ella recibió: “Me acuerdo de los nombres de las 6, 7, maestras que tuve, 1er
grado, 1° superior, 2° grado, de todas, una maestra por año, nada más, y
estudié casi todos los días”. Quien quiera entender que entienda: aludía por un
lado al festival de motivos de licencia que tienen los docentes. Cristina hasta
se hizo eco de los reclamos del gobernador de Santa Fe, Maximiliano Pullaro,
que denunció que debe destinar casi un cuarto del total de sueldos docentes a
pagar suplencias. Lo que equivale a decir que un cuarto de los docentes está de
licencia.
La otra alusión
fue a la gran cantidad de días sin clase: paros, capacitaciones (en su mayoría
inservibles), desratización (a los roedores no se los puede matar el fin de
semana), elecciones, etc. etc.
“Tenemos que
discutir en serio porque si no queremos discutir nosotros vienen otros y nos
discuten desde afuera y no es que les interese que los pibes sepan”, advirtió,
en alusión a los privatizadores o a los que directamente creen que la educación
ni siquiera debe ser obligatoria. Pero tampoco a los suyos les interesa que
“los pibes sepan”: lo han demostrado ampliamente.
El antes nombrado
Sileoni, aseguró, en una entrevista con Página 12 después de la marcha por la
educación pública, que “en democracia no hay adoctrinamiento”. En cambio sí lo
había cuando él era “director de educación de adultos en la dictadura”, dijo.
Interesante. Luego habló del único tema que parece desvelarlo: “La ESI. Hay
padres que se organizan bajo el concepto de ‘con mi hijo no te metas’. Sucede
que hay una ley que valida dar en las aulas un conocimiento científico validado
a nivel mundial”.
Es cierto que hay
una ley. No es cierto que el conocimiento que da la Dirección General de
Cultura y Educación de la Provincia de Buenos Aires que él dirige esté
científicamente validado. En febrero de 2024, la provincia de Buenos Aires
produjo un documento que declara que la ESI es “política de Estado”, que cita
como referencias teóricas a Michel Foucault -demostró “que los cuerpos son un
constructo, un producto social y cultural”, dicen- y a Judith Butler que,
contra toda evidencia, niega el binarismo sexual.
El documento
cuestiona la “perspectiva biologicista”, es decir, la naturaleza. “La
desprivatización (SIC) de la sexualidad -dice- implica un claro distanciamiento
del silencio pedagógico. Instalar esta discusión como algo público (...)
habilita —y obliga— a las escuelas a trabajar sobre sexualidad, pero a no
hacerlo de cualquier modo (...), sino desde determinados enfoques, ejes y
contenidos”.
O sea: en la
escuela hay que hablar de sexo. En todos los niveles, en todas las materias. Y
con ideología de género: “Se propone una perspectiva que abra la mirada y
desafíe los binarismos, (...) que no insista en una matriz varón-mujer y
homosexual-heterosexual”.
La consigna,
textual, es “queerizar la escuela, la clase, el conocimiento, las
metodologías”.
Los chicos no
entienden lo que leen pero se les dirá que pueden cambiar de sexo a su antojo.
Nada de esto es conocimiento científico validado ni está en la Ley 26150 en la
cual pretenden escudarse.
Cristina Kirchner
demostró tener en claro un aspecto de la crisis educativa, pero para nada lo
esencial del problema. Ella enumeraba también en esos discursos los logros de
su gestión: más inversión en educación y extensión de los años de escolaridad
obligatoria, secundario y sala de 4.
En el comunicado
de la Campaña Nacional por la Educación, se cita a Viviana Postay, una docente
cordobesa muy activa en redes y especialista en gestión educativa: “Revisar las
puestas en acción de la alfabetización en la escuela argentina es,
probablemente, la prioridad número uno de cualquier política educativa en la actualidad.
Esto requiere desmontar ciertas frases hechas y observar, por ejemplo, la
eficacia real de políticas tales como la unidad pedagógica, la posible
circulación de interpretaciones erróneas del constructivismo como
procrastinación sistemática o la necesidad de repensar la construcción de
ambientes alfabetizadores en tiempos de cultura digital”.
En 2012, el
Consejo Federal de Educación decidió considerar al 1° y 2° grado de primaria
como una “unidad pedagógica”. Traducción: como la escuela ya no era capaz de
enseñar a leer y escribir en primer grado y como era políticamente correcto
mostrar una reducción de la repitencia, eso se solucionó fácil: lo que antes se
aprendía en un año ahora se aprende en dos y todos contentos. Ningún pibe
repite primer grado, por lo que no afianza lo más elemental, lo que le va a
servir para el resto de su escolaridad, que es la lectoescritura. Además, al
pasar muchos de ellos a segundo, sin haber adquirido los conocimientos
necesarios, eso retrasa al conjunto de la clase, como bien sabe cualquier
docente. La unidad pedagógica es la resignación al fracaso.
Lo otro de lo que
habla Postay es del método, del constructivismo mal aplicado, que lleva a la
“procrastinación sistemática”. Esa idea de que el niño aprende solo, construye
su propia trayectoria pedagógica, con su propio ritmo, etc. No se debe corregir
la ortografía para no coartar la libre expresión del pequeño, etc. Y, más en
general, la idea de que la repetición, la memorización, es todo negativo. Si
combinamos esto con el deterioro de la autoridad del docente, tanto en lo
disciplinario como en lo pedagógico, tenemos la receta perfecta para el
fracaso. Como lo vienen señalando muchos especialistas, hay que volver al
método fónico tradicional: a cada sonido corresponde una letra y las palabras
están formadas por letras; así de sencillo, y de probada eficacia.
La Campaña
Nacional por la Educación, impulsada por más de 180 asociaciones -entre ellas,
Argentinos por la Educación, Conciencia, Educar y Crecer, Más Voces, Enseñá por
Argentina, Fundación Leer, AMIA y Fe y Alegría-, ha sido respaldada por
numerosas personalidades del arte y del deporte, como Julio Bocca, Manu
Ginóbili, Ricardo Darín, Gabriela Sabatini, Diego Torres, Eduardo Sacheri,
Mario Pergolini, Humberto Tortonese, Nito Mestre, Carlos Rotemberg, Amalia
Granata, Mariana Fabbiani, Lizi Tagliani, Adrián Suar, Gustavo Yankelevich y
otros. Lo hicieron compartiendo en redes fotos, en las que se los ve leyendo,
solos o en familia, y el hashtag #QueEntiendanLoQueLean.
También, como
vimos, muchos políticos se han comprometido a reforzar la alfabetización
temprana.
Sin embargo, está
visto que desde el sistema poco y nada sucederá. Sobre todo sin presión del
conjunto de la sociedad civil. Si Sileoni menciona a las familias que protestan
y se escuda en una ley, es porque la presión de los padres lo afecta. Es por
ahí. Es la sociedad toda - pero en especial las familias- la que debe activarse
para exigir educación pública de calidad para todos los niños y adolescentes.
El principal y
gran aporte de la Campaña Nacional por la Educación es haber llamado la
atención sobre este flagelo, haber apuntado a lo prioritario -incluso urgente-
y haber comprometido públicamente a las autoridades responsables. A aquellos
que tienen en sus manos las herramientas para empezar a cambiar esto.
Hay que aprovechar
el impulso así generado y exigir que la escuela vuelva a ser un motor de
ascenso social y para ello lo primero es enseñar.