prohibió la enseñanza de temas de género y
transgenerismo en las escuelas
Claudia Peiró
Infobae, 19 May,
2024
El Ministerio de
Educación británico publicó esta semana una nueva guía para las escuelas y
colegios de Inglaterra que limita los contenidos que pueden dictarse en las
clases de Educación sobre Relaciones, Sexo y Salud (RSHE, por sus siglas en
inglés, es el equivalente a la Educación Sexual Integral, ESI).
El concepto de identidad
de género, dicen las autoridades, es “una teoría controvertida”, y no debe
enseñarse en las escuelas, donde sólo hay que impartir contenidos con
fundamento científico.
La nueva guía fija
además una edad mínima para recibir charlas de educación sexual. Antes de los 9
años, los niños no recibirán ninguna clase de RSHE, mientras que a partir de
esa edad, los contenidos se limitarán a información sobre la concepción y el
nacimiento.
Recién desde los
13 años, se podrá brindar información más “explícita”, es decir, métodos
anticonceptivos, enfermedades de transmisión sexual y su prevención, aborto, e
incluso temas más espinosos como pornografía y violencia sexual. También se
podrá debatir en secundaria sobre cambio de género, pero, aclaran desde el gobierno,
“es importante que las escuelas adopten un enfoque cuidadoso a la hora de
enseñar este tema delicado y no utilicen material que presente opiniones
controvertidas como si fueran hechos”.
La guía admite
además un reclamo de las familias: facilita el acceso de los padres a los
materiales que se usen en las escuelas en RSHE y, en ciertos casos, permite que
los padres se nieguen a que sus hijos asistan a estas clases.
Estas medidas,
obedecen a una demanda del Partido Conservador, al que pertenece el actual
primer ministro, Rishi Sunak, pero también a quejas de los padres sobre
“contenido inapropiado” en algunas escuelas. “Los padres confían en que cuando
envían a sus hijos a la escuela, están seguros y no serán expuestos a contenido
perturbador para su edad”, dijo el Premier británico.
Las nuevas
disposiciones también ponen fin a la obligación de docentes y directivos de
escuelas y colegios de aceptar la llamada “transición social” de los menores.
Los profesores ya no tendrán que utilizar nombres y pronombres del sexo
contrario al del alumno, a la sola demanda de éste.
El Gobierno
considera que la educación sexual no puede basarse en la “ideología de género”
sino en conocimientos científicamente validados.
El Ejecutivo
advierte además del peligro de exponer a los niños a material sensible desde
muy temprana edad y apunta contra el concepto de identidad de género y sus
peligrosas consecuencias entre los adolescentes.
El Gobierno
británico publicó esta nueva guía tras recibir el Informe Cass, un estudio independiente
que duró 4 años, dirigido por la pediatra Hilary Cass, y consistió en una
“Revisión independiente de los servicios de identidad de género para niños y
jóvenes”, y cuyos resultados llevaron a las autoridades a prohibir el uso de
bloqueadores de pubertad. La disforia adolescente será tratada en adelante con
psicoterapia, dado que el Informe, además de demostrar que no existe suficiente
evidencia científica acerca de los efectos secundarios de los tratamientos con
bloqueadores y de la hormonización cruzada, confirmó que en la mayoría de los
casos el malestar de género está acompañado de trastornos mentales.
El gobierno
también sostuvo que lo correcto en materia de educación sexual es adoptar un
“enfoque cauteloso” y evitar contenidos que presenten como hechos puntos de
vista que en realidad son todavía objeto de controversia, como el hecho de que
el género es un espectro. Es decir, negar el binarismo sexual y sostener que
existe toda una gama de identidades sexuales a elección.
La secretaria de
Educación, Gillian Keegan, dijo que “el sexo biológico es la base de la
educación en relaciones, sexo y salud, no estas opiniones controvertidas”. “Hay
muchos puntos de vista discutidos en este tema de identidad de género, de
ideología de género”, agregó.
Como sucedió con
el impactante Informe Cass -que derribó los supuestos fundamentos científicos
de la inocuidad de la transición hormonal de género-, tampoco esta vez hubo
reacción ni comentario alguno por parte de las autoridades argentinas, tanto
nacionales como provinciales, cuando en nuestro país no sólo tenemos una Ley de
Identidad de Género ultra permisiva, que admite la hormonización y hasta la
cirugía en menores, sino que además se pretende impartir a través de la ESI
contenidos totalmente inapropiados para niños desde los 4 años, con un enfoque
basado en la ideología de género o doctrina queer (esto está dicho
explícitamente en los documentos oficiales, por ejemplo, de la Dirección
General de Educación de la provincia de de Buenos Aires), es decir, puntos de
vista polémicos y sin validez científica.
El titular de
Educación bonaerense, Alberto Sileoni, repite cada vez que puede que la Ley lo
autoriza a transmitir conocimiento científicamente validado en materia de
educación sexual: “Siempre decimos que preferimos la ley, nos manejamos con la
ley”.
Pero si algo no
hay en los contenidos de la ESI bonaerense es un “enfoque cauteloso” ni en
contenidos ni en edades, como sugieren las autoridades británicas. Todos los
textos literarios -cuentos, novelitas o historietas- propuestos para el
tratamiento de esta temática versan sobre amor homosexual, niños en transición
de género, identidades autopercibidas, etc. La concepción y el nacimiento
brillan por su ausencia.
“Las escuelas no
pueden ser gobernadas por creencias o percepciones”, dice sin embargo Sileoni.
Y tiene razón. Pero que una escuela deba aceptar sin más trámite la
“autopercepción” de género de un niño de 7 o de un adolescente de 12 que de
pronto dice ser del sexo opuesto (como lo dispone la actual Ley Trans) es algo
basado en “creencias o percepciones”, antes que en la ciencia.
En cuanto al
Informe Cass, la desatención local es grave. Se trata de una revisión de cómo
encaró el Servicio de Salud Inglés el tratamiento de menores con disforia de
género, desde 2020 en adelante. Sus conclusiones fueron publicadas el mes
pasado. En el período estudiado, “los bloqueadores de la pubertad pasaron de
ser un protocolo de investigación a estar disponibles en la práctica clínica de
rutina”, y empezaron a ser administrados a grupos cada vez más amplios de
pacientes, a pesar de que, como constató el equipo de investigadores, no había
suficiente evidencia científica sobre los posibles efectos secundarios de esos
tratamientos y la posibilidad de revertirlos.
“La adopción de un
tratamiento con beneficios inciertos sin un mayor escrutinio es un alejamiento
significativo de la práctica establecida”, dice el informe. Es decir, que todos
los tratamientos hechos hasta ahora con bloqueadores de pubertad han sido
experimentales. Se ha estado experimentando con menores.
Esos mismos
protocolos se aplican a niños y adolescentes en la Argentina desde la sanción
de la Ley de Identidad de Género (2012), pero aquí no hay comisiones
investigadoras. Entre las consecuencias de los tratamientos con bloqueadores de
pubertad, están el menor crecimiento, la descalcificación y en consecuencia la
osteoporosis temprana, la atrofia de los órganos genitales (con sus probables
efectos limitantes sobre la vida sexual y la fertilidad futuras), etcétera,
etcétera. No son creencias, es ciencia.
Mientras que en
Inglaterra, luego de este informe, las autoridades prohibieron el suministro de
bloqueadores de pubertad a los niños, y dispusieron que la disforia en estos
casos se trate con psicoterapia, y ahora avanzan sobre los contenidos
“perturbadores” de la ideología de género transmitidos vía ESI, en Argentina
los funcionarios parecen ajenos a esta problemática y sus consecuencias. A
pesar de que involucra a menores.