de la Argentina es financiero, antes que
económico
Autor de la
monumental colección de doce tomos Problemática de la deuda pública argentina, Héctor
Giuliano, licenciado en Administración, especializado en geopolítica,
economía y finanzas públicas y exasesor en el Congreso, asegura que “los
servicios de la deuda pública son el principal rubro del gasto público”.
Advierte que la gestión de Javier Milei se encamina hacia “una forma de
dolarización indirecta que, como la administración Menem-Cavallo, va a ser
sostenida con más deuda”, profundizando una trampa sobre la que nadie parece
querer hacer foco.
Nancy Giampaolo
Periodista,
guionista y docente
Perfil, 31-12-2023
—Usted sostiene
que habría una diferencia entre el planteo de Milei y Caputo…
—Aunque todavía es
prematuro opinar sobre anuncios, noticias y hechos de un gobierno que acaba de
asumir, pueden hacerse algunas observaciones y/o comentarios al respecto.
Apenas electo, el presidente Milei planteó tajante que se necesita resolver el
problema de las Leliq –Letras de Liquidez del Banco Central a 28 días de plazo
y tasa de interés del 133% anual– para poder abrir el cepo cambiario a las
importaciones. En su primer discurso, del 12 de diciembre, el ministro de
Economía, Caputo, en cambio, planteó que el primero y determinante problema de
la Argentina es el déficit fiscal, del que la deuda pública es el principal
problema financiero, y enunció una decena de medidas de emergencia inmediatas o
de muy corto plazo que en principio no atacan ese problema de fondo sino que lo
convalidan a través de una nueva política de gobernar con deuda. No son
enfoques antitéticos, pero sí diferentes modos de encarar el problema ya que la
cuestión de la deuda es prioritaria e inmediata y el primer problema de la
Argentina es financiero antes que económico.
—El nuevo gobierno
dice que el principal objetivo es bajar el gasto público, pero ¿cuál gasto
público?
—El mayor problema
de nuestras finanzas públicas y causa del déficit fiscal estructural de la
Argentina es el pago de los servicios de capital e intereses de la deuda, de
modo que vivimos refinanciando en forma permanente los vencimientos, pateando
para adelante todas las obligaciones, refinanciando las amortizaciones de
capital que se van produciendo, hasta el último centavo, tomando deuda nueva y
afrontando pagos de intereses cada vez más gravosos, hasta el punto que hoy
tomamos deuda para pagar intereses, tanto del Tesoro o gobierno nacional como
sobre todo del Banco Central (por Leliq y Pases Pasivos). El presidente Milei
plantea tajante frente al gasto público que “no hay plata” para nada, gastos
corrientes por remuneraciones, jubilaciones, costos operativos, etc., incluso
obras públicas e infraestructura, pero no les dice lo mismo a los acreedores
financieros del Estado, con los que mantiene la premisa de cumplir a rajatabla
con sus compromisos, pese a que los mismos son impagables y solo pueden
cubrirse con más endeudamiento. Hoy la Argentina tiene una deuda pública de 438
mil millones de dólares (MD) en cabeza del Estado central más el equivalente de
otros 71.000 MD por Leliq del Banco Central (25,6 billones de pesos), más
25-30.000 MD del consolidado de las provincias más un pasivo indeterminado de
deuda flotante o exigible con proveedores que, solo por atrasos con
importadores y giros de ganancias al exterior, suma más de 62.000 MD. Y
seguimos tomando deuda no solo para renovar vencimientos sino para pagar
intereses de esa deuda ya que el Gobierno no tiene fondos propios para
cancelarlos. Solamente por intereses a pagar de las Leliq el BCRA tiene 92 mil
millones de pesos por día y estos intereses son la principal causa de la
emisión monetaria (más de 2,5 billones de pesos por mes). Las reducciones
burocráticas de la administración pública, en la medida en que sean racionales
y mejoren el rol administrativo del Estado, lógicamente no son objetables,
aunque su incidencia en el gasto total es comparativamente muy reducida. Por
ende, cuando se plantea un fortísimo plan de ajuste como el actual, con miras a
reducir el déficit fiscal, hay que decir que dicho plan no es suficiente para
bajar significativamente el gasto y que soslaya el problema central, que es la
cuestión del peso determinante de la deuda. Los otros dos componentes del gasto
público que se atacarían –la reducción de subsidios trasladando el costo a la
suba de precios y tarifas de los servicios públicos que paga la gente y las
transferencias discrecionales a las provincias– son relevantes, aunque con la
aclaración de que van a transmitirse a la inflación y que, de llevarse a cabo,
supondrían ajustes provinciales difíciles de ser asumidos por los gobiernos
locales.
—Caputo dice que
la inflación es producto del déficit fiscal, pero usted relaciona inflación y
deuda...
—Sí, en efecto, los
servicios de la deuda pública (capital más intereses) son el principal rubro
del gasto público, con la aclaración que los vencimientos de capital o
principal de la deuda no se pagan, sino que se refinancian en forma perpetua
mientras crece la cuenta de los intereses. Y estos intereses generan emisión
monetaria, que a su vez aumenta el peso del coste financiero a lo largo de toda
la cadena de la actividad económica y se trasladan a los precios, siendo así
que la tasa de interés deviene un factor determinante dentro de la tasa de
inflación. Si se deja de lado el complejo financiero deuda (Estado más BCRA y
otros), el siguiente rubro más grande del gasto público –como es sabido– es el
gasto social y, dentro del mismo, el pago de pasividades por jubilaciones/pensiones,
asignaciones familiares, AUH, planes sociales y otros. Pero con la gran
diferencia de que este conjunto de gastos sociales, lo mismo que gran parte de
los gastos corrientes en general, se van licuando por la inflación mientras
que, por el contrario, los servicios de la deuda se van indexando
sistemáticamente por inflación y/o por tipo de cambio. De allí que la
incidencia de la deuda es –a mi juicio– la principal causa del gasto del estado
y consecuentemente del déficit fiscal.
—¿La deuda es, entonces,
un problema del pasado o del presente?
—Si contamos el
tiempo desde el origen del macro y continuo endeudamiento contemporáneo de la
Argentina (1976-2023), la deuda aparece como un problema del pasado reciente
pero desde el punto de vista práctico y de su incidencia determinante en las
finanzas públicas es y seguirá siendo un problema del presente y también del
futuro porque es producto de una política irresponsable de toma sistemática de
obligaciones sin la más mínima capacidad de repago por parte de todos los
gobiernos que se han sucedido en ese período hasta hoy. Con el agravante de
que, una vez instaurado este sistema de deuda perpetua, el proceso no es
reversible y el sostén del endeudamiento se basa en las refinanciaciones
permanentes, las periódicas reestructuraciones de los pasivos y la toma de
nuevas deudas, mantenidas a su vez con planes de ajuste fiscal destinados a
poder pagar más Intereses.
—¿Las medidas de
emergencia de Caputo atacan este problema de fondo?
—Las enunciadas en
su discurso del día 12 no, pero las acciones que se han venido tomando hasta la
fecha sí, aunque –en mi opinión– no en lo favorable sino en el empeoramiento
del problema de la deuda dada la mayor toma en curso de más endeudamiento. La administración
Milei-Caputo está tomando nuevos créditos para poder pagar intereses al Fondo
Monetario y a bonistas privados, la deuda comercial con los importadores (más
de 60.000 MD) se está convirtiendo en deuda financiera del Estado a corto y
mediano plazo vía títulos Bopreal (una suerte de nueva estatización de deuda
privada), la deuda del BCRA por Leliq y Pases Pasivos se está traspasando al
Tesoro (vía colocación de nuevas letras de Tesorería), etc. En síntesis,
seguimos dentro de un esquema de gobernar con deuda, de una trampa de deuda
perpetua y de mayores pagos de servicios de dicha deuda a costa de un fortísimo
plan de ajuste que genera estanflación (estancamiento o recesión más
inflación).
—¿Hay alguna
analogía entre lo que está ocurriendo ahora y el pasado reciente?
—Sí, yo creo que
estamos frente a un neomenemismo, tanto en sus formulaciones de política
económico-financiera como en sus modalidades fácticas de favorecer la
rentabilidad del capital financiero sobre la de capitales o inversión productiva
–macrodevaluación previa y remarcaciones salvajes de precios, con formación de
“colchones” empresarios, discurso contrario al gasto público y pro equilibrio
fiscal, liberación de importaciones con peligro para la industria local,
licuación previa de salarios y jubilaciones a través de la inflación para bajar
el gasto oficial y el costo de la mano de obra en general, privatizaciones de
empresas del estado y también de la obra pública, etc., aunque cabe reconocer
que todavía es prematuro sacar conclusiones sobre muchos hechos que se están
planteando pero que aún no han producido resultados. En lo personal, pienso que
esto se encamina así hacia una nueva convertibilidad, una forma de dolarización
indirecta, no directa, pero que como la anterior (administración Menem-Cavallo)
va a ser sostenida con más deuda.
*Periodista,
guionista y docente.