Y LIBERAL (*)
Hernán Bernasconi
Infobae, 28 Ene,
2024
En una amplia
entrevista que Jorge Fontevecchia le realizo al Papa Francisco hace poco menos
de un año, cuando ingresaron a la cuestión económica y financiera del mundo
actual, el primero le preguntó si se puede ser católico y libertario al mismo
tiempo.
Pope Francis opens
a "Holy Door" at St Peter's basilica to mark the start of the Jubilee
Year of Mercy, on December 8, 2015 in Vatican. In Catholic tradition, the
opening of "Holy Doors" in Rome symbolises an invitation from the
Church to believers to enter into a renewed relationship with God. AFP PHOTO / VINCENZO PINTO / AFP / VINCENZO
PINTO
Fontevecchia:
¿Existe alguna versión del capitalismo que pueda estar alineada con la visión
social de la Iglesia?
Papa Francisco: La
mejor (respuesta) a esta pregunta fue (la) de San Juan Pablo II, “Economía
Social de Mercado”, le metió la palabra “social”, economía de mercado social.
Estaba de acuerdo. Hoy día las cosas fueron más allá, y se puede dialogar muy
bien con la economía y lograr pasos de entendimiento o fórmulas que van bien.
En cambio, no se puede dialogar bien con (el mundo de) las finanzas. Las
finanzas son gaseosas, la economía es concreta.
Un poco más
adelante Jorge Fontevecchia le dice y pregunta: “Hay voces dentro de la grey
católica que sostienen que no es compatible ser liberal y ser católico. En
virtud al crecimiento del liberalismo económico en Argentina en estos últimos
años y considerando la cantidad de católicos en el país, ¿podría expresarse
sobre esta cuestión? Concretamente, ¿se puede ser económicamente liberal y
católico; o existe, como algunos sostienen, una contradicción de base?
(y a continuación
el periodista le aclaró:) " …me refiero a los llamados libertarios, una
deriva todavía más ortodoxa que el neoliberalismo…”
Entonces el Papa
Francisco (regresando a la inclusión de la palabra “social” de San Juan Pablo
II aludida más arriba) afirmó: “en la línea de la economía social de mercado
sí”.
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pidió “escuchar el grito de paz” de las víctimas y parar “el desastre de la
guerra” en el mundo
Un sistema basado
en una libertad tal que prescinde de la autoridad del Estado sosteniendo el
establecimiento de un “Estado mínimo” que asegure servicios indispensables y
una política del “dejar hacer” y “dejar pasar”, no sería compatible con el
concepto cristiano de libertad, cuando esta es ejercida para imponer el interés
del portador, sea individual o grupal sobre el interés común. ¿Cómo sostiene un
cristiano- libertario, su fe y obediencia en el Señor y su fidelidad a tal
doctrina política?
Cuando San Juan
Pablo II habló de “economía social de mercado” hablaba de valores, reafirmaba
el valor de la libertad que es central en la vida cristiana, el de la justicia
y solidaridad social que es un mandato de inclusión de todos en los bienes
creados por Dios y en los beneficios. Valores que para la Doctrina Social de la
Iglesia son inseparables y se fundan mucho antes del compendio de ésta en la
teología del cristianismo. Según la teología la libertad (libertad para)
consiste en hacer el bien y en no poder hacer el mal (San Agustín) sin que el
don de la libertad se pierda. Entonces, de los caminos “posibles” podría
nuestro co-religionario libertario recurrir a la religión, cediendo al dogma.
La DSI por su
parte afirma que “es un deber de justicia y de verdad impedir que queden sin
satisfacer las necesidades humanas fundamentales y que perezcan los hombres oprimidos
por ellas”. De ahí que el bien común consiste en ayudar a estos hombres
necesitados a “salir” de su estado de necesidad y nos lleva a concluir que la
exclusión social es un mal que atenta contra la libertad y dignidad humana.
Cuando la ideología
prevalece sobre la realidad
No sin una
absoluta ingenuidad se podría argüir que si los individuos, los grupos, los
funcionarios, los integrantes de los mercados fueran buenos cristianos podrían
estos ser al mismo tiempo libertarios sin incurrir en contradicción
-posibilidad que no descarta el Papa Francisco-, es decir, siempre que con su
libertad hicieran el bien y no hicieran el mal.
No sabemos cuál
hubiera sido la respuesta del Santo Padre si se le prguntara por la teoría del
título válido de Robert Nozick y la posibilidad de un Estado más que mínimo
desarrollado a partir del concepto de “voluntariedad” o el de “acto mixto” o la
concepción de un “Estado subsidiario” todos aspectos que se debaten con ardor
entre los adherentes a esta corriente del pensamiento liberal libertario.
Intuyo que la respuesta correcta deriva de la aplicación armónica de los
principios de su discernimiento: la realidad es superior a la idea, la unidad
prevalece sobre el conflicto, el todo es superior a las partes y el tiempo es superior
al espacio.
Una economía “que
sea practicable y tolerable”
Joseph Ratzinger
desde su aguda observación de la realidad social y política europea decía dos
cosas. Que “es innegable la importancia del conocimiento de la técnica en
materia económica para el desarrollo y bienestar de los pueblos. Pero asimismo
“se está convirtiendo en un hecho cada vez más evidente de la historia
económica, que el desarrollo de los sistemas económicos que se concentran en el
bien común depende de un sistema ético determinado, el cual a su vez puede
nacer y sostenerse solo por fuertes convicciones religiosas (Tübingen, 1985,
76-96). A la inversa, también se ha vuelto obvio que la declinación de tal
disciplina -agrega Ratzinger -puede verdaderamente causar el colapso de las
leyes del mercado. Una política económica que está ordenada, no sólo para el
bien del grupo común de un determinado estado, demanda un máximo de disciplina
ética y así, un máximo de fuerza religiosa. La formación política de una
voluntad que emplea las leyes económicas inherentes hacia su meta se muestra, a
pesar de todas las protestas humanitarias, casi imposible hoy en día. Sólo se
puede llevar a cabo si poderes éticos nuevos son liberados por completo. Y
agrega el filósofo, más tarde Papa, que así como no se puede prescindir de la
técnica económica la economía tampoco puede prescindir de un ethos sin
malentender la realidad del hombre y por ende dejar de ser científico.
Por otro lado “la
moral no puede prescindir de la técnica sin caer en el moralismo que como tal
es la antítesis de la moralidad.” Y al mismo tiempo “un acercamiento científico
que se cree capaz de conducirse sin un ethos, malentiende la realidad del
hombre. Por ende no es científico.”
Iglesia y economía
en diálogo
En el artículo que
seguimos presentado originalmente en el simposio “Iglesia y economía en
diálogo” en 1985 en Roma concluía diciendo: “Hoy necesitamos un máximo de
entendimiento económico especializado, pero también un máximo de ethos tal que
el entendimiento económico especializado pueda ponerse al servicio de los fines
correctos. Sólo de esta forma su conocimiento será, al mismo tiempo,
políticamente practicable y socialmente tolerable.” (Economía de mercado y
ética según Joseph Ratzinger, Rev. Cultura Económica, Año XXIX -Nro. 80, agosto
2011 p. 65/73).
(*) Título adaptado por este sitio)