Gustavo González
Presidente y CEO
de Editorial Perfil.
Perfil, 14-1-24
El artículo 1° de
la ley ómnibus plantea como objetivo básico limitar “toda intervención
estatal”. Dos líneas después, otorga
delegaciones al jefe de ese Estado en vía de extinción “en materia económica,
financiera, fiscal, social, previsional, de seguridad, defensa, tarifaria,
energética, sanitaria y social con vigencia durante el plazo específicamente
previsto”. El plazo previsto es de dos años, con posibilidad de ser ampliado a
dos años más.
¿Qué jefe de
Estado sería capaz de administrar con razonabilidad semejantes superpoderes?
¿Cuál sería el equilibrio emocional necesario? ¿Qué seguridad en sí mismo
debería tener un líder para usar ese poder sin menoscabar el derecho de los
demás? ¿Qué carácter se requiere para reconocer los problemas, distinguir los
más graves y enfrentarlos con sangre fría, sin sumar problemas donde no los
hay?
Deben existir
pocas personas capaces de resistir con sabiduría y moderación las presiones que
ocasiona la conducción de un país. Y algunas menos las que puedan hacerlo
acaparando poderes adicionales a los que vienen con el cargo de presidente.
Desmesura. Dentro
de los álgidos días de este primer mes de gobierno libertario, la semana que
pasó fue especialmente crítica a raíz, justamente, de los duros debates en el
Congreso para tratar esa controvertida ley.
Se peleó con una
periodista que informó sobre sus perros y refutó con una foto de su pie...
En medio de este
enrarecido clima político y social, la periodista Silvia Mercado dio a conocer
un dato menor en LN+ (un canal que viene acompañando amigablemente a la nueva
gestión). “Según los voceros oficiales –contó Mercado–, los mastines de Milei
están en la residencia presidencial”.
Ahí empezaba y
terminaba la información. Nada. Una simple grajea de color referida a la
demorada mudanza a la residencia de Olivos, celebrada por los restantes
periodistas del programa como una buena noticia para el Presidente.
Sin embargo,
sorpresivamente, el jefe de Estado intervino de inmediato en su cuenta de X
para desmentir la información. No dijo “gracias por la preocupación, pero por
ahora mis hijitos de cuatro patas no llegaron a Olivos”. O un escueto “no,
jaja, todavía no llegaron”. O guardar silencio, aunque el dato no fuera
correcto, ya que tiene preocupaciones mayores.
No. Esa noche, de
esa semana compleja, de este mes tan difícil, después de un año horrible, el
Presidente de la Nación escribió lo siguiente: “FALSO. Es escandalosa la
impunidad con la que inventan y operan mentiras algunos periodistas (en
especial la que emite la noticia, quien hace este tipo de cosas regularmente).
Ninguno de mis perros está en Olivos”.
Luego advirtió que
la información oficial sobre el paradero de sus perros se transmitirá
oportunamente “a través de las cuentas de la Oficina del Presidente y la
Vocería presidencial”.
Como el programa
conducido por la periodista Laura Di Marco seguía al aire y Mercado ratificó
que sus fuentes eran oficiales, Milei volvió a la carga: “Aquí la mentirosa de
‘la periodista’ se aferra a su mentira, muestra el celular como si eso fuera
prueba de algo y en simultáneo, sabiéndolo o no, pone en riesgo el trabajo del
UNICO VOCERO PRESIDENCIAL @madorni. Así de ‘serios’ son algunos de estos
mentirosos seriales…”. La Academia de Periodismo, Adepa, y Fopea se vieron
obligados a pedir mesura en los dichos de quien maneja el poder del Estado. Y
los medios dieron cuenta del altercado autogenerado (“Hay cumbre de voceros del
Gobierno tras la crisis de los perros”, tituló Clarín).
... desnudo la
versión de que tenía pie chico. Cómo diferenciar los problemas reales de los
imaginarios
El episodio sirve
para preguntarse cómo funciona la cabeza de una persona que debe lidiar con el
destino de 46 millones de argentinos encerrados en una crisis de más de una
década.
Campera. La duda
es lógica: si reacciona así ante un supuesto error informativo sobre sus
perros, ¿cómo reaccionaría si el Congreso no le aprobara la ley ómnibus o
rechazara el DNU? ¿Qué hará cuando la CGT se movilice durante el paro y no
circule por las veredas sin interrumpir el tránsito, como él desea? ¿Qué haría
si surgiera un diferendo limítrofe con algún país o si otro presidente lo
criticara?
Se podría alegar
que los exabruptos de Milei no son nuevos, que son parte de lo que una mayoría
votó o que este Milei no es distinto del que insultaba al Papa, a otros
políticos, a la actual ministra de Seguridad, a los periodistas y a quien no
pensara como él.
Pero hay una
diferencia sustancial. Ese candidato ahora controla el Ejecutivo, sus Fuerzas
Armadas, de Seguridad, de Inteligencia, el fisco, las relaciones
internacionales y la economía. Y la diferencia adicional es que ahora pide que
los legisladores le deleguen sus facultades. Hasta diciembre de 2025 o 2027.
El interrogante
sobre cómo funciona su cabeza no es novedoso. Existía, precisamente, desde que
se lo veía reaccionar con extrema agresividad frente a cualquier nimiedad; y se
profundizó cuando su biógrafo dio a conocer las relaciones esotéricas con su ya
célebre perro fallecido y con economistas que no están en este mundo.
En estas semanas,
los empleados y funcionarios de la Casa Rosada preguntaron si era posible subir
la temperatura del aire acondicionado porque, en pleno verano, sienten frío. No
habría una explicación oficial, pero la extraoficial es que el Presidente
necesita llevar puesta siempre una campera… “para disimular la pancita”.
¿Será verdad? Lo
que es cierto es que en todas las actividades él usa esa campera cerrada hasta
el cuello, incluso en días de extremo calor. Como cuando salió al balcón a
saludar junto a Fátima Florez, con 35 °C. También es cierto que tiene un staff
encargado de trucar digitalmente las fotos oficiales en las que aparece para
verse más delgado, sin arrugas ni papada.
La hipótesis de un
malentendido histórico
El tema del
complejo corporal del Presidente tuvo otro hito estos días cuando tras su
visita a la Antártida, las redes difundieron que había tenido inconvenientes
para hallar un calzado tan pequeño como sus pies. Cierto o no, surgieron burlas
y vulgaridades anónimas que comparaban el supuesto tamaño de sus pies con el de
otra parte de su cuerpo.
De nuevo: nada que
merezca que alguien tan ocupado gaste un segundo en ello.
Por eso otra vez
la sorpresa cuando Milei se dispuso a posar con su pie desnudo junto con el de
su novia, para hacer pública la foto y demostrar que su pie no era pequeño como
andaban diciendo por ahí.
Fiel. Es probable
que nadie esté del todo preparado psicológicamente para liderar un país con
crisis recurrentes. Uno en el que sus ciudadanos buscan representantes que van
de un extremo al otro del arco ideológico.
Sería deseable que
el ejercicio del poder logre robustecer su criterio para valorar lo que
significa el poder de ejercer ese poder. Aunque lo que suele suceder es lo
contrario y se conoce como síndrome de Hubris.
Javier Milei fue
un candidato fiel a su emocionalidad e ideas. Quienes lo votaron quizá lo
hicieron con la sabiduría de que solo un líder excéntrico es capaz de enfrentar
las excentricidades del caso argentino con algún grado de éxito.
Éxito en el
sentido puro del término. Como fin, como salida última.
La relación entre
equilibrio emocional y éxito es recurrente en Milei.
Cuando, ya electo,
fue al programa de Mirtha Legrand, la conductora le preguntó si le molestaba
que le dijeran el Loco. Milei respondió con otra pregunta, la misma con la que
siempre respondió al mismo interrogante de otros entrevistadores: “¿Cuál es la
diferencia entre un genio y un loco?”.
El jefe de Estado
se contestó rápido: “El éxito”.
Pero, esta vez,
Mirtha lo corrigió: “La cordura”.