POR HUGO ESTEVA
La Prensa,
20.01.2024
En química
biológica un catalizador es un agente que hace posible la reacción entre otras
substancias, habitualmente acelerándola, pero sin consumirse ni cambiar su
naturaleza, como sucede con las demás involucradas en el producto final.
Por lo que hasta
aquí se ve, el Presidente Milei va resultando ser algo así tanto en el orden
local como, a partir de su actuación en el foro de Davos, en el internacional.
Obsérvese, si no, cómo provocó aquí la espontánea división de aguas entre los
opositores al kirchnerismo, dejando separados -automáticamente y por su sola
presencia- a los radicales socialdemócratas y a otros tantos progresistas que
hubieran querido colársele tras la derrota de ese peronismo tergiversado.
Véanse la inmediata reacción de los gobernadores continuistas -tipo el
impresentable riojano- y el apurado corcovo de los asentadísimos dirigentes
sindicales, más papistas que sus propios presuntos representados. Si hasta los
capos narcotraficantes parecen haberse apresurado para hacerse notar con más
virulencia en este último mes…
Pero lo más
llamativo es que Milei se haya atrevido a plantear lo que ha dicho frente a la
gran parte de los mandamás del mundo que se reúnen simbólicamente en Davos.
Porque, fuera de ideas económicas que no pueden haber llamado demasiado la
atención en un ambiente donde la opresión financiera se oculta habitualmente
bajo diplomas de libertad, que el Presidente de un país remoto y debilitado se
haya permitido pronunciarse de frente contra la cultura del “feminismo
radical”, contra el “aborto sangriento” y contra el control demográfico que
enarbolan los organismos internacionales bajo el pretexto de evitar el daño del
planeta, tiene una importancia cultural tan grande como para que los medios de
comunicación adictos a la agenda 2030 no cesen de disimularla. Pronunciamientos
que, en vez, abren para nosotros un paréntesis de esperanza; aunque tendrán que
transformarse en hechos para que en nuestra patria podamos permitirnos creer
.
La doctrina
económica liberal que se proclama es en realidad secundaria, por más que los
economistas quieran multiplicar su valor. El liberalismo, por una parte, no
inventó la libertad ni siquiera en ese plano. Y aunque hoy dé con razón la
pelea contra el colectivismo que históricamente engendró, el relativismo
filosófico que lo caracteriza no tiene nada que ver con la verdadera libertad:
esa que sólo nace de la verdad y no de la pugna de egoísmos entre el que quiere
vender caro y el que pretende comprar barato. Porque hace falta mucho más que
“libre oferta y demanda” para hacer grande a un país.
CASTELLANI,
ILUMINA
A raíz de su
razonable hartazgo frente al elefantiásico e inútil Estado que impide todo y
todos sufrimos, pero debiendo ejercer el Poder Ejecutivo, nuestro nuevo
Presidente tendría que leer al Padre Leonardo Castellani, sacerdote católico y
nacionalista para su sorpresa, cuando trae desde el remoto pasado -porque no
pretendió ser un inventor- la sencilla y profunda definición de un Estado
vituoso, que debe dedicarse con exclusividad a “hacer la guerra, ejercer la
Justicia y trazar caminos”.
Caminos, sí, hacia
donde sean necesarios pero la iniciativa privada no esté en condiciones de
llegar; para después, cuando esos caminos iniciales estén consolidados, dar
lugar a su desarrollo a manos del emprendimiento individual. Sencillo de
entender, política y culturalmente virtuoso si se emprende con honestidad
gubernamental.
Por supuesto, con
este solo discurso Milei se ha cargado una serie importantísima de enemigos que
muchos de sus hasta aquí colaboradores no se deben haber siquiera imaginado, y
entre los cuales los papeloneros Macron, Beiden y Sánchez son apenas muestra gratis.
Los laboratorios de Frankfurt, el gramcismo, las variantes socialdemócratas, el
racimo LGTB con su larguísima variedad de perversos etcéteras, y los
socialismos indoamericanos son empresas que van a hacer todo lo posible por
sacárselo de encima. Tiene de su lado a una inteligente vicepresidente y a un
pueblo argentino que, si esto se profundiza, va a volver a pensar en términos
de independencia y soberanía.