Alberto Armendáriz
LA NACION, 31
DE JULIO DE 2016
.- El sistema de jubilaciones de Brasil es uno de los
más complejos de la región porque conjuga dos modalidades -por edad y por
tiempo de contribución- con varias alternativas. En la práctica esto ha llevado
a que no exista una edad mínima de retiro y la edad media en que los brasileños
se jubilan es de 53 años, una de las más bajas del mundo. La situación presenta
un grave problema de costos.
A la mayoría de los asegurados de Previdencia Social
en el sector privado, no se les requiere una edad mínima para jubilarse. Para
tener derecho a una jubilación sólo hay que comprobar un tiempo mínimo de
contribuciones, establecido en 35 años para los hombres y 30 para las mujeres.
E incluso se reduce en cinco años para los docentes que tengan un tiempo
efectivo en el ejercicio exclusivo de su trabajo en la educación infantil,
primaria o secundaria. El monto de la pensión depende de la cantidad de años de
aportes. Para el sector público -tanto empleados federales, estatales como
municipales- sí hay una edad mínima de jubilación integral que es de 60 años
(hombres) y 55 (mujeres).
Sin embargo, el sistema reformado en 1991 contempla
también el derecho a la jubilación cuando se llega a una edad considerada de
riesgo social, fijada en 60 años para las mujeres y en 65 para los hombres que
trabajan en las ciudades, y en 55 para las mujeres y 60 para los hombres
residentes en áreas rurales. Aun así, las personas deben comprobar un mínimo de
tiempo de contribución que varía entre 11 años y medio y 15, según cuándo se
afiliaron a la Previdencia Social (antes o después de la reforma).
Con los cambios demográficos sucedidos en las últimas
décadas en Brasil, el sistema de jubilaciones ha estado en el centro del
debate. De tener una tasa de fertilidad de cuatro hijos por mujer en los 80,
hoy el gigante sudamericano la redujo a sólo 1,7, bastante debajo del mínimo
para que la población se reemplace. Por otra parte, la esperanza de vida pasó
de 62 años en 1980 a 74 ahora.
Pese a la resistencia de los sindicatos y de algunos
sectores de su propio Partido de los Trabajadores (PT), el gobierno de la
presidenta Dilma Rousseff -actualmente suspendida mientras aguarda la votación
final en el juicio político que le inició el Congreso por manipulación de las
cuentas públicas- intentó modificar nuevamente el sistema de jubilaciones para
reducir los grandes costos.
El presidente en ejercicio, Michel Temer, del Partido
del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), adelantó que de ser confirmado en
el cargo ante la eventual destitución de Rousseff, presentará una reforma de la
Previdencia Social como una de las medidas para sacar al país de la profunda
crisis económica. La idea de Temer y su equipo económico, liderado por el
ministro Henrique Meirelles, es fijar una edad mínima de jubilación más alta
para todas las categorías y, a la vez, elevar los porcentajes de
contribuciones.