miércoles, 29 de abril de 2020

LIBERANDO A LOS PRESOS



encarcelan el sentido común

Otro papelón del kirchnerismo en esta cuarentena, demostrando que con ideología pretenden ocultar los desastres de su gestión.

Alfil, 29 abril, 2020
Por Javier Boher

Los sinsentidos le dan sentido a este país, que no sería nada si en algún momento retomara un camino de seriedad o de trabajo coherente. Si las contradicciones hacen al humano, también convierten en Argentina a cualquier Estado.

En las grandes ciudades es casi imposible circular con fluidez. Aunque cerca de las casas y lejos de las arterias no hay controles policiales, los puentes y accesos a la ciudad permanecen bajo estricta vigilancia. Quien quiera atravesarlos se expondrá al riesgo de que le expropien el auto, lo lleven detenido o lo violenten físicamente. La cuarentena es así de dura para los que quieren salir de su casa: hay que quedarse encerrados.

Ahora bien, esa regla parece no ser igual para todos. Desde hace ya unas semanas se puede ver una situación de escala en las tensiones de las cárceles. Motines, revueltas, pedidos de hábeas corpus masivos, todo parece haber desembocado finalmente en lo que deseaban: una gran cantidad de presos -sin condena, condenados por delitos leves o por ser población de riesgo- se han visto beneficiados por una nueva muestra de la irracionalidad del progresismo vernáculo. Gobiernan con pragmatismo pero se justifican con ideología.




Así parece ser la cosa en este país de la consigna permanente, donde se usan distintas fórmulas para dejar en evidencia que no existen la igualdad ante la ley, ni el sentido común para premiar y castigar. Así, por salir a dar una vuelta en bici te llevan a la cárcel, pero si te robaste una bici te llevan de vuelta a tu casa. Increíble.

Esta situación deja al desnudo -una vez más, y como tantas veces esta cuarentena- la fragilidad de un país que sigue andando por inercia. A esta altura del recorrido, queda claro que Argentina ha tocado fondo en su decadencia política, con una clase dirigente incapaz de hacer frente a los desafíos del mundo actual con racionalidad, preparación o auténtica voluntad de resolver los problemas.

Al colapso habitual del sistema carcelario le llegó una epidemia que dejó al descubierto su ineficacia. Hacinados en cárceles arcaicas, el temor por un masivo contagio intramuros los llevó a la brillantes idea de liberar presos, sin más garantía que la palabra de un familiar responsable que debería avisar a las autoridades si el liberado rompe el encierro. Sólo a quienes aman el papeleo, las declaraciones juradas y la delación se les puede ocurrir una solución tan ineficaz como esa.

Dentro del mismo arco de adoradores de victimizar al victimario y culpar a las víctimas, decenas de personajes públicos se han mostrado acongojados por la salud de los encerrados por violar el contrato social, aunque si permanecen sin condena y alojados peor que animales es por culpa de una justicia que prefiere defender la feria y el refrigerio antes que la ley y las libertades, y por sucesivos gobiernos que dejaron para el final las políticas carcelarias.

No importa cuánto hayan viralizado sus videos tratando de concientizar sobre la violencia de género durante la cuarentena: aplaudir a los que liberan a violadores, golpeadores y femicidas porque no saben gestionar el sistema penitenciario no parece la mejor manera de demostrar que no quieren ni una menos. Prefieren indignarse con los que comparten socarronamente la noticia de los hombres que se entregaron a la policía porque no toleraban la convivencia con sus parejas que con los que largan a los que efectivamente ya se encargaron de no tener más pareja.

El papelón de la liberación de los presos quedará en la historia de las locuras del kirchnerismo, aunque difícilmente le cueste algún voto. Ya pasó algo similar con lo de Vatayón Militante y la reinserción, o con el garantismo extremo del zaffaronismo doctrinario. De algún modo tratarán de justificar lo injustificable, lo que deja a la vista el fracaso de Argentina como proyecto de país, donde pretenden linchar al que viola la cuarentena mientras miran hacia otro lado cuando liberan a los violadores de mujeres, asesinos, ladrones o vendedores de droga.

Han logrado que Argentina sea una gran contradicción, que pone en duda que aquí todavía quede un país. Con esa lógica barrabrava y sin cultura del aguante, acá se debe cuidar el que quiere trabajar, pero no el que eligió robar; hay que denostar al que los quiere encerrar, pero idolatrar al que los quiere liberar. Todavía es muy temprano para saber adónde va a conducir todo esto, pero no debería haber ninguna duda de que no será a un mejor lugar que aquel en el que estamos hoy.