QUE LA INTERPRETACION DEL
PASADO BUSCA DOMINAR EL FUTURO
POR AGUSTIN DE BEITIA
LA PRENSA, 26-4-20
La grieta, ese abismo que
separa dos visiones irreconciliables en la política argentina, puede haberse
disipado por el coronavirus, como se nos dice. Pero es legítimo preguntarse
también si tal grieta alguna vez existió. O si existió en lo que realmente
importa. Porque lo cierto es que oficialismo y oposición han estado siempre de
acuerdo en más asuntos de los que ambos bandos quisieran admitir. Sobre todo en
cuestiones de fondo.
Sobre esa paradoja y sobre
las razones para que en nuestro país no haya surgido aún una fuerza que desafíe
al discurso dominante y la corrección política, como sí ocurre en cambio en
otras latitudes, La Prensa conversó con el historiador y analista político
Rosendo Fraga, miembro de número del Instituto de Historia Militar de la
Escuela Superior de Guerra, del Consejo Académico de la Escuela de Defensa
Nacional y de la Academia Argentina de la Historia. Fraga es director del
Centro de Estudios Unión para la Nueva Mayoría.
-¿Hay realmente una grieta?
Porque si pensamos en el aborto, la ideología de género o las banderas del
feminismo, si examinamos la interpretación que se da a lo ocurrido en la década
del '70, si vemos el menosprecio a nuestras Fuerzas Armadas o de seguridad, a
nuestra tradición católica, y podría seguirse, todos tienen una visión
convergente sobre estos temas.
-Bueno, esto nos lleva a una
cuestión conceptual. ¿Qué es grieta? Yo creo que en la política contemporánea
lo más cercano a la grieta fue el conflicto entre el peronismo y el
antiperonismo. ¿Por qué? Porque ese conflicto alcanzaba a todos. En la grieta
actual, hay que ver los temas. Quizás el que ha generado una mayor movilización
social fue la dupla aborto-ideología de género, que cruza horizontalmente a
todas las fuerzas políticas. ¿Esta grieta se superpone con la grieta de la
política? Relativamente. Lo estamos viendo con lo que sucede en el Senado. El
presidente del bloque kirchnerista en el Senado, José Mayans, dijo claramente:
"El aborto es asesinato". Y en Juntos por el Cambio, ahora, aparece
un conjunto de diputados muy militantes del aborto. En la política, por su
parte, hay una grieta que podríamos llamarla peronismo-antiperonismo, otra que
es kirchnerismo- antikirchnerismo.
-El gobierno de Macri, en
todos esos temas, continuó la inercia. Nadie osa dar esa batalla cultural. ¿Por
qué?
-El kirchnerismo la dio. El
macrismo, en cambio, eligió confrontar solo en economía y política exterior. No
quiso librar ninguna batalla en la educación ni en otros campos culturales. Le
quitó relevancia a los temas en los que no quería disputar. El ejemplo para mí más claro es el de la
historia. Gramsci decía "el que domina la cultura domina la
política". Quienes quieren remover los símbolos franquistas en España
repiten: "quien impone su interpretación de la historia domina el
futuro".
LOS MANUALES
-No es algo novedoso aquí.
-Fue nuestra experiencia en
el siglo XIX. Cuando Mitre escribe la Historia de San Martín y la Historia de
Belgrano está escribiendo una historia que tiene que ver con valores de un
proyecto de país hacia adelante. Y acá es donde yo veo que el kirchnerismo
impuso su interpretación de la historia. Se ve con mucha claridad en diversos
ámbitos: desde la revisión de los manuales escolares hasta el cambio de
símbolos en los billetes. El macrismo no quiso modificar los manuales de
enseñanza de la historia. Y los manuales juegan un papel muy importante. Porque
para el 85% o 90% de la población, su único conocimiento de la historia son las
nociones elementales que les da el colegio. El kirchnerismo sí lo había hecho,
puso el canal Encuentro.
-El kirchnerismo siempre lo
tuvo muy claro en ese sentido. El aparato de comunicación del Estado estaba al
servicio de ese mensaje.
-En la etapa anterior
arrastró incluso a gran parte de los medios privados. Especialmente en
televisión. Quien domina el pasado
domina el futuro. La batalla por la historia juega un papel muy importante.
-Además de dominar el
futuro, parece estar reescribiéndose la identidad del país. Dar respuesta a la
pregunta ¿quiénes somos?
-Claro, pero la respuesta a
esa pregunta, ¿quiénes somos?, tiene que ver, más que con una preocupación
académica o identitaria, con quiénes queremos ser.
-Por supuesto.
-Es un poco el tema del
indigenismo y los pueblos originarios. ¿Qué es la Argentina? Ese debate, en
México o en Bolivia, tiene una base social fuerte, muy clara. La población de
origen indígena o mestiza es muy amplia. En la Argentina es mucho más
discutible. Pero, ¿cuál es la interpretación de la historia del kirchnerismo?
EL CASO ROCA
-¿Cuál es?
-En parte adopta una
interpretación marxista. Pero hay matices. Pensemos en la figura de Roca para
ejemplificarlo. Roca, para el marxismo, tiene un gran mérito: construyó el
Estado nacional. Construyó inclusive el sistema educativo estatal nacional. Hay
biógrafos que así lo sostienen, como Alfredo Terzaga. ¿Cuál es la crítica? Lo
puso al servicio de la oligarquía. Para una visión histórica del nacionalismo
popular, como la de Arturo Jauretche, Roca es una versión atenuada de la línea
nacional entre los liberales porteños y las montoneras del interior. Porque
viene a imponer el poder del interior sobre Buenos Aires.
Ahora, el marxismo
nacional, como el de Abelardo Ramos, es todavía mucho más reivindicativo de
Roca. Dice: Roca no era un oligarca sino un patricio. Y eso forma parte de una
historia de la construcción del Estado. Pero en realidad, mi opinión es que el
kirchnerismo toma la interpretación de la historia de Osvaldo Bayer, que es la
visión anarquista. Y con esa interpretación Roca no se salva por ningún lado.
Porque hasta la construcción del Estado es negativa. Entonces, claro, en gran
medida la interpretación de la historia terminó siendo más la del anarquismo
que la del marxismo, el populismo o el nacionalismo popular. Están todos estos
matices.
-¿Cómo se escribe la
historia en nuestro país?
-Hay un historiador
fallecido hace poco, Félix Luna, que tuvo dos virtudes. En primer lugar, le dio
a la historia un lenguaje accesible a la gente común. Y en segundo lugar dio a
la historia una interpretación "antigrieta". Un ejemplo es el libro
que lo proyectó más popularmente a comienzos de los setenta, Los caudillos. Uno
toma ese libro y ve que Luna revaloriza a los caudillos. Pero luego toma el
libro más vendido de Luna, Soy Roca, escrito casi un cuarto de siglo después, y
ve una humanización de la figura central de la generación del '80. Es decir,
tenía una vocación integradora de la historia. A lo mejor los primeros libros
de historia de Luna sí estaban escritos desde una militancia radical, sus
libros sobre Yrigoyen o Alvear. Pero a partir de los '60 eso cambia y pasa a
tener una visión "antigrieta". No busca demostrar ni cuestionar, sino
abrir una interpretación de la historia.
-¿Eso se perdió?
-En algún momento el
pensamiento de Luna tuvo un peso muy grande en la opinión pública. Hoy, más que
nada, tenemos a la historia como campo de batalla de la política. Perdió
autonomía.
-Hablamos de grietas. ¿Por
qué cree que aquí no se ha dado, como en otros países, el surgimiento de una
figura que libre la batalla cultural. ¿Por qué no hay un Salvini, un Bolsonaro,
un Trump, un partido como Vox? Lo intentó Gómez Centurión en la última elección,
pero se había lanzado tarde. ¿Hay una necesidad insatisfecha de un partido así?
¿Cómo lo percibe?
-La Prensa publicó hace unas
semanas una nota extensa del historiador Claudio Chávez sobre un libro de un
cientista político que se llama Francisco de Santibañes. Es un libro sobre el
conservadurismo popular. Lo que Santibañes analiza es el fenómeno del
surgimiento del conservadurismo popular como una fuerza dominante, sobre todo
en el mundo occidental. Y queda planteada la pregunta de cuándo llega esto a la
Argentina. Es cierto que no ha llegado. Hay aquí un tercio de la población que,
ideológicamente, está en esa corriente.
-Es muchísimo como para
desatender.
-Sí. Pero si hay una mitad
de la población que está en contra del aborto, esto me dice que hay un
pensamiento conservador importante. De ese voto, hoy una parte va al macrismo y
otra va al peronismo.
-Por falta de una mejor
representación. Lo que tal vez no haya aquí es una expresión vigorosa, no
acomplejada, como la de Vox en España.
-Chávez plantea eso. Que la
derecha tiene que llamarse derecha. Tiene que empezar a asumirse. Pero acá no
es así por ahora. El sustento ideológico está, pero no el político. Gómez
Centurión lo intentó. No lo logró. Pero para él haber llegado al debate fue un
éxito. También es cierto que Macri se corrió hacia la derecha al final, para
quitarle esos votos. Pero sea como fuere, es cierto que no surgió hasta ahora
una expresión política para este sector. Esto sí se dio en Brasil. En América
latina se da con otro fenómeno, que es el voto evangélico. El voto evangélico
se ha convertido en un sustento socio-político de este tipo de corriente
político-ideológica.
-La pregunta viene a cuento
de lo que hablábamos antes: de la grieta, de la falta de batalla cultural, y es
eso lo que han salido a dar estas fuerzas en otros países. Lo han dado de una
manera vigorosa y han tenido éxito. Brasil, salvando las distancias, parecía
dominado por el PT.
-Bueno, y sin embargo no fue
así.
-¿Cree que va a llegar?
-Puede llegar, pero puede
que no. Nadie puede saber el futuro. Se dio en el mundo latino, eslavo,
germánico. Hoy la gran novedad histórica es la irrupción de esta expresión
política en el mundo anglosajón: Estados Unidos y el Reino Unido. Tanto Trump
como Boris Johnson son expresiones de un nacionalismo, más conservador en lo
cultural con Trump, que Johnson. Pero Johnson en alguna medida también. Esto
nunca había sucedido. En Francia se pueden encontrar ejemplos históricos, en
España, en Italia, incluso en Alemania y en América latina también. También
está Putin en Rusia.
Uno ve la reforma constitucional en Rusia y aparece Dios
en la Constitución, aparece la Iglesia Ortodoxa rusa, aparece una posición
homofóbica. Pasa también en la India con Mori; en Turquía con Erdogan; en
Arabia Saudita con Salmán, el príncipe heredero; en Israel con Netanyahu. Es
decir, uno observa este tipo de fenómenos más allá de occidente. ¿Cuánto tiene
el presidente chino Xi de líder nacionalista o de ideólogo marxista? Está el
caso del primer ministro Abe en Japón, que también es nacionalista, el primero
en rendir homenaje a los japoneses muertos en la Segunda Guerra Mundial.
Entonces, uno empieza a extenderse y esto es un fenómeno amplio. El gran
problema de la globalización como ideología es que no tiene alma. Morir por la
globalización es muy difícil.
Fraga cree que un tercio de
la población argentina podría ubicarse en una corriente de conservadorismo
popular.
Coronavirus y cambio de
planes
La pandemia de coronavirus
"irrumpió como un imponderable" y atenuó en parte la grieta, confirma
Rosendo Fraga, quien señala que si se quiere buscar un precedente histórico hay
que pensar en "la Guerra de Malvinas", cuando también hubo una unión
de la opinión pública, pero advierte que ese precedente demuestra también que
la tregua "fue transitoria".
"En la Guerra de
Malvinas fue muy claro cómo se atenuó la grieta. Claro, la historia no se
repite. Los precedentes no permiten un pronóstico matemático. Pero lo que vimos
en aquella oportunidad fue que la atenuación de la grieta fue
transitoria".
En busca de profundizar en
ese paralelo, Fraga advierte que "este tipo de imponderables genera a
veces consecuencias no previstas". "En alguna medida -prosigue-, la
derrota militar en Malvinas terminó generando las condiciones de la transición
a la democracia en la Argentina. Algo que sin Malvinas hubiera sido
diferente".
¿Podría el imponderable de
la actual pandemia alterar planes políticos del gobierno? Para responder a la
pregunta, Fraga propone seguir con el precedente. "Si el plan político del
general Galtieri o el almirante Anaya era que, ocupando Malvinas cambiaban las
condiciones políticas, y eso les permitiría quedarse en el tiempo, eso
cambió".
"Una semana antes del
desembarco en Malvinas Galtieri decía: "Las urnas están bien
guardadas". Y si uno revisa los diarios de la época especulaban con que
Galtieri sería presidente de facto hasta el 84, año en que se haría una
elección y que podría dar como resultado su elección como presidente hasta el
'90 (risas). ¿Se entiende?", pregunta.
"Pero Malvinas no solo
alteró eso", continúa. "Significó el fin de la `imbatibilidad'
electoral del peronismo. El surgimiento y el triunfo de Alfonsín fue otra de
las consecuencias. Esto es historia contrafáctica, claro, pero sin Malvinas es
más probable que hubiera ganado el peronismo".