Un llamado de atención al
gobierno y a los medios
Por Rogelio López Guillemain
Tribuna de Periodistas-21/04/2020
El gobierno y los medios de
comunicación repiten una y otra vez, que estamos en guerra contra un enemigo
oculto, contra un virus que invade nuestro espacio personal de convivencia, los
lugares de trabajo, de esparcimiento, de sociabilización. Este virus y las
medidas de contención dictadas por el gobierno, nos ponen en retirada, nos
están sitiando y nos han llevado a buscar refugio en nuestros hogares.
Todo este lenguaje bélico no
es accidental. La idea implantada de: “Tiempos desesperados requieren medidas
desesperadas” (¿Almirante Nelson?) es la justificación necesaria para
“manotearle” los derechos individuales a los argentinos (a vos, a mí, a todos).
Del mismo modo en el que un
general presiona a sus soldados hasta el límite, pero sin superarlo; el
gobierno va “tanteando” hasta donde puede avanzar sobre nuestras libertades. Un
claro ejemplo fue el “globo de ensayo” sobre la estatización de la salud
privada, aunque en este caso no fuimos “los de a pie” los que reaccionamos,
sino fueron los lugartenientes del gobierno, los sindicalistas pusieron el
grito en el cielo, temerosos de perder el manejo de las obras sociales, “la
gallina de los huevos de oro”.
Hoy los argentinos no pueden
determinar los precios a los que quieren vender sus productos, incluso ni
siquiera pueden decidir cómo acomodarlos en las góndolas. Tampoco pueden
adecuar a la pandemia los modos de producción de sus fábricas o comercios, ni
organizar el trabajo de su personal. No podemos salir de nuestras casas y la
Policía del Pensamiento realiza “ciber-patrullaje” sobre nuestras publicaciones
en las redes (cuidado con seguir el consejo del cybersexo, salvo que seas
exhibicionista).
El Congreso no trabaja, la
Justicia no trabaja, la oposición (cambiemos e izquierda) han desaparecido y el
Ejecutivo gobierna con DNUs a su voluntad sin ningún tipo de límite ni control.
Dice la RAE que una dictadura es un “régimen político que, por la fuerza o
violencia, concentra todo el poder en una persona o en un grupo u organización
y reprime los derechos humanos y las libertades individuales”. Esta definición
se ajusta bastante a nuestro hoy.
En la Antigua Roma, los
dictadores eran nombrados para resolver crisis extremas y su ejercicio no podía
superar los 6 meses. Paradójicamente uno de los motivos de nombramiento, fue el
“clavi figendi causa”, un importante rito religioso que consistía en clavar un
clavo en la pared del templo de Júpiter Óptimo Máximo como protección contra la
peste. Vaya coincidencia.
Lo que si no coincide con
nuestros políticos actuales, es el espíritu de los dictadores romanos
originales. Tal fue el caso de Cincinato, quien estaba arando sus tierras cuando
el Senado Romano lo nombró dictador para que derrotara a los volscos y los
ecuos. Lo cierto es que en tan sólo 2 semanas Cincinato cumplió su misión,
renunció a su cargo y regresó a sus tierras a seguir arando, a pesar de que
tenía “el derecho” de ser dictador por 6 meses.
Cincinato fue siempre
considerado como ejemplo de ciudadano virtuoso, algo demasiado alejado de la
caterva de gobernantes que padecemos.
Hay un aspecto de todo este
tema bélico en el que quiero hacer hincapié. Este machacar continuo del estado
de guerra actual contra el virus, ha convertido al personal de salud y de
seguridad, en los soldados que están en el frente de batalla. Los llaman héroes
y resaltan su valor, su entrega desinteresada y abnegada, y enaltecen su coraje
al poner en riesgo sus vidas para defender a los argentinos.
Esto de ser nombrados héroes
no es nada bueno, si releemos la historia sabremos cómo termina. Termina como
terminaron los soldados que volvieron de Vietnam, o los que volvieron de
nuestras Malvinas: olvidados en un rincón, rechazados por sus compatriotas y
recibiendo limosnas.
¿Exagero?, no creo. ¿Acaso
ya no ha habido varios casos de argentinos que quieren desterrar a su vecino
médico del edificio?, ¿no es cierto que las autoridades hacen oídos sordos a los
reclamos por elementos de protección básicos por parte del personal que está en
el frente de batalla?, ¿alguien desconoce que estos héroes, defensores de
nuestra salud cobran una miseria?
Esta fue, es y será la
triste realidad. Los médicos, enfermeros, el personal de seguridad y los
docentes, seguirán cobrando menos que un chofer de colectivo, que el servicio
técnico de un electrodoméstico o que un asesor de un legislador. Las personas y
sobre todo los políticos, pronto olvidarán los sacrificios y los riesgos que
asumieron estos profesionales, quienes sólo volverán a ser noticia cuando
reaparezcan los juicios de mala praxis o las denuncias de gatillo fácil. A
propósito, ¿no les llama la atención la ausencia de acusaciones contra los
médicos y los policías en los últimos meses?
Todo esto es preocupante y
muy penoso. Pero lo verdaderamente dramático, más allá de lo económico, son las
libertades que vamos a perder en esta cuarentena. Cuando los gobernantes
muerden un “cacho” de poder son como los bulldogs, no lo sueltan más y nuestros
políticos han avanzado sobre nuestras libertades sin que opongamos resistencia.
Por todo ello, es tiempo de
despertar y de ponerle límites al poder. Es tiempo de demandar y no de
someterse. Es tiempo de recuperar nuestra soberanía personal de manos de
quienes se abusan del atributo que les hemos delegado (no regalado). Exijamos
respeto, exijamos que el estado (sobre todo los políticos) haga un verdadero
ajuste de sus gastos y dejen de asfixiar con impuestos a los que producen.
La pobreza, el hambre y el
frio se acercan, y sólo con el trabajo y la producción del sector privado
podremos salir adelante. Basta de esclavitud impositiva, dejemos de ser el
factor de ajuste de sus despilfarros. No más, nunca más.
Rogelio López Guillemain es
periodista y escritor cordobés.
Autor del libro “La Rebelión
de los Mansos”.