Por Bastien Lejeune.
Publicado el 18/03/2020 en
Valeurs Actuelles.
EXTRACTOS principales:
El relato del mundo “feliz”
globalizado
La encerrona obligatoria de
cuarentena marca el final de la famosa ” globalización feliz". La derrota intelectual de los globalistas es
proporcional al drama del coronavirus. Señala, para aquellos que tienen un poco
de lucidez, el fin del “Mundo Nuevo” y el regreso vigoroso del “Viejo Mundo“.
Luego de la caída del Muro de Berlín se nos explicó que íbamos a entrar en un
mundo nuevo que inauguraría una nueva era, postmoderna, posnacional, posmoral,
una era de paz definitiva. Este mundo nuevo sería doblemente innovador:
primero, nos libraría de soberanías y de Estados, pues sería ahistórico y
apolítico. Sería el final definitivo de las guerras, de la historia, de las
ideas, de las religiones y el advenimiento del mercado como único regulador de
los impulsos y tensiones humanas en el mundo.
Los ciudadanos se convertirían en
consumidores dentro de un mercado global masivo. Excitante, ¿verdad? Y luego,
segunda innovación, el mundo nuevo organizaría, por fin, la primacía ricardiana
de la economía sobre la política, sustentando así la idea pacífica de una
reasignación de recursos en el nivel de la “Aldea Global” y de un mundo con
apertura multicultural. Se pensaba que las grandes organizaciones
supranacionales bastarían para supervisar este mundo nuevo donde administrarían,
con la Mano invisible del liberalismo, las felicidades y prosperidades. A
partir de entonces, el vocabulario cambió: ya no se hablaba más de gobierno,
sino de gobernanza; no de ley, sino de regulación; no de frontera sino de
espacio; no de pueblo, sino de sociedad civil.
Ideología y realidad
Hoy comprendemos que esta
visión ideológica se está muriendo de coronavirus. En efecto, cuando vuelve la
desgracia, cuando merodea la guerra – por ejemplo en la frontera greco-turca –
o la muerte – con la pandemia –, los zombis de las organizaciones
internacionales no tienen nada más que decir - y por otra parte, tampoco se los
consulta. Es el gran regreso al cuadrado mágico de la supervivencia.
El primer punto del cuadrado
es la frontera, es decir, la protección, esa cosa para lo cual se inventaron
los Estados. El segundo es la soberanía, es decir, la libertad de los pueblos
para tomar decisiones rápidas y ajustadas. El tercer ángulo del cuadrado es lo
local, o sea, el control más cercano posible sobre los intereses vitales. El
cuarto punto es la familia, ya que,
cuando se decide confinar un país, la “República del PMA”[1] no confía los
niños en edad escolar a los fondos de pensión, sino a los abuelitos y
abuelitas.
Economía, política y …
soberanía
Luego de los Tratados de
Maastricht, Amsterdam y Marruecos (los franceses) hemos enajenado nuestra
soberanía. Como dije antes, la soberanía se define por la primacía de lo
político. Enajenarla es permitir que la economía se organice como mejor le
parezca… y ella va siempre adonde van sus intereses. Ya hemos experimentado ese
capitalismo desenfrenado, que primero eligió la alienación estadounidense y
ahora la alienación china. Quienes preconizaron esa ideología de la llamada
división internacional del trabajo sabían lo que hacían. Dejaron tras de sí una
Francia de repuestos, un país que ya no tiene industria, que vende sus
plataformas aeroportuarias y ha favorecido una agricultura degradada por un
proceso agroquímico suicida, un país que hace fabricar en China las piezas de
recambio para los tanques Leclerc, confiándole también la producción de los
medicamentos que necesita.
Ya en 1994 decíamos con
Jimmy Goldsmith: “La globalización es un sistema de despojo en el cual los
pobres de los países ricos subsidian a los ricos de los países pobres". Y
agregábamos: “Al principio, todo irá bien. Las empresas fabricarán donde les
resulte más barato y venderán donde haya poder adquisitivo. Pero llegará el
momento en que la trampa se cerrará.”
En eso estamos. La globalización, de la
que Europa nunca fue más que un caballo de Troya, ha favorecido cuatro crisis
mortales: la crisis sanitaria, sí, pero también la crisis migratoria con una
inmigración no ya para trabajar sino para un asentamiento que instala en
nuestro suelo el enfrentamiento de dos civilizaciones. Y luego está la crisis
por venir, la crisis financiera larvada, ya que todos nos movemos sin saberlo
en una burbuja de jabón que se agranda día a día y cuyas volutas virtuales se
generan unas a otras desconectadas de la economía real; y finalmente la crisis
económica, la pauperización de los chalecos amarillos por la reubicación
sistemática que reemplazó los circuitos cortos y la producción local por esta
locura antiecológica del circuito largo y la búsqueda discreta de la explotación
del más pobre entre los más pobres del mundo.
Hemos perdido el sentido de
las jerarquías distintivas, y en particular la diferencia entre economía y
política. La economía sirve a intereses mientras la política no es otra cosa
que la protección de los ciudadanos : debe estar por encima, es primaria, es el
escudo del Estado.
Fronteras malas y barreras
buenas
El “Mundo Nuevo” persiste en
designar la frontera como el mal absoluto, pero se ha visto obligado a inventar
lo que se dio en llamar gestos-barrera. Y ¿qué es un gesto-barrera? Una
frontera entre individuos. Después inventa los “grupos de riesgo”. ¿Qué es un
“grupo de riesgo"? Una frontera. Y luego inventa la cuarentena. La
cuarentena en el Alto Rhin, la cuarentena en Morbihan. ¿Qué es la cuarentena en
el Alto Rhin? Un encierro departamental. ¡Epa, epa : las fronteras
departamentales son buenas; las nacionales, malas! Una curiosidad
epidemiológica para los investigadores de pasado mañana.
La “solución” europea
Cualquier persona realista
puede observar, sea para alegrarse o para lamentarse, que desde el comienzo de
esta crisis, las instituciones de Bruselas quedaron bajo la alfombra y que los
Estados vuelven a manejar todas las palancas que les permitan frenar el virus.
En otras palabras, cuando nos sacude una desgracia fuerte como esta pandemia y
nuestra sociedad queda entre la vida y la muerte individual o colectiva, la
reacción de la gente no es entonar consignas como “Salvar el planeta",
“Vivir juntos” ni abrazarse por sobre “los puentes que reemplazan los muros”,
no: vuelven la mirada hacia los Estados. Y el reflejo de los Estados no es
dirigirse a Bruselas, la OCDE, a la ONU o a la OMC [2], sino proteger a su
naciones y a sus pueblos. “Lo que una nación no hace por sí misma, nadie lo
hará nunca por ella”, dijo Charles Pasqua.
Creo que como consecuencia
del Brexit de ayer y del coronavirus de hoy la institución bruselina está
muerta. Es como un pato descabezado que sigue corriendo sin cabeza y sin
cerebro. La OMC, la OTAN, todo eso ha terminado. El “Mundo Nuevo” es el tiempo
viejo. El tema prioritario es hacer algo distinto : un concierto de naciones. En
un concierto no buscamos todos tocar la misma trompeta, sino armonizar nuestros
sonidos instrumentales de acuerdo con sus características. Dejemos de seguir
corriendo siempre detrás de la historia que avanza sin nosotros.
La familia, base de la
seguridad social
Nos habían explicado, que la
familia del “Viejo Mundo” era actualmente obsoleta, anacrónica, que
correspondía a un patriarcado no igualitario y moralmente castrador. La idea de
un padre, una madre, un abuelo o una abuela resultaba anticuada. Sin embargo,
tras la suspensión de las clases el mensaje del Presidente de la República,
reafirmado por los ministros (incluido el Sr. Castaner), es … la vuelta total a
la familia. O sea: cuando nos invade la emergencia emocional y la angustia y
queremos proteger a un pueblo, no es la Comisión de Bruselas sino el Estado
quien se encarga de la cosa; y ya no corre la agenda del PMA o del GPA[3] sino
la de la familia tradicional.
En otras palabras, el primer
nivel de ayuda mutua, solidaridad y asistencia, según el propio Estado, es la
familia y la filiación, fundada en el principio de que los mayores ayudan a
salvar a los niños y que los más jóvenes brindan su solícita protección a los
ancianos. Se impone la idea de la generación que perdura en el Tiempo. De golpe,
en medio de esta sociedad que fabricó una especie híbrida de
solidarios-solitarios y engendra hijos de probeta, vienen a descubrir que la
primera seguridad social es la familia en el sentido del orden natural. Como en
los casos de la frontera, de la soberanía y del localismo, lo Real, que había
sido evacuado por la puerta, retorna por la ventana del confinamiento.
Aprendiendo las lecciones
El presidente Macron dijo
que “deberemos mañana aprender las enseñanzas del momento actual, cuestionar el
modelo de desarrollo en el que nuestro mundo se ha involucrado desde hace
décadas y que ahora devela sus fallas a pleno sol “. ¿Qué significa eso? Bueno:
dar media vuelta. Poner derecho todo lo que está al revés. Salir de las vías
muertas en que nos han metido las élites desde mayo del 68. La primera lección
es económica; volver a una economía productiva de proximidad. Emprender la
repatriación general de nuestras fuerzas vivas. Volver a la economía real, es
decir, utilizar el dinero del circuito real. Y hacerlo antes de que el euro se
derrumbe (el próximo virus…). Recrear una industria nacional, recrear una
agricultura francesa que no violente la naturaleza y que se desconecte de la
agroquímica. Y, también, fabricar aquí mismo nuestros medicamentos y los
repuestos para nuestras producciones estratégicas. Todo eso significa:
restablecer la protección libre de nuestros intereses vitales.
La segunda lección es
constitucional: restaurar nuestras fronteras, que esas almitas ingenuas recién
hoy reconocen como filtros protectores y pacíficos.
La tercera lección es
ecológica. Hay que restablecer en nuestros intercambios y producciones la
primacía del circuito local.
La cuarta lección es legal.
No podemos seguir aceptando la superioridad de un simple acuerdo como el de
Bruselas sobre nuestra propia constitución. Tampoco podemos seguir aceptando
que, en nombre de un sedicente estado de derecho, lo políticamente correcto
procure – bajo el fuego ardiente de sus antorchas de odio – aterrorizar las
expresiones libres, imponga un pensamiento conformista y envíe todas las
semanas un Zemmour [4] al juzgado de instrucción.
Iglesias cerradas
Eso es “una ruptura
alegórica de la civilización y también de una inversión simbólica de todos los
paradigmas de la cristiandad milenaria. En otros tiempos, cuando acaecía una
gran desgracia en la ciudad la gente se precipitaba a las iglesias (hasta Paul
Reynaud,[5] en 1940, fue a pie para reclamar un milagro en Notre-Dame). Los
sacerdotes caminaban con el Santísimo Sacramento, aspergían las calles y los
enfermos y en todas partes se convocaba a la plegaria. San Luis, en Royaumont,
le llevaba personalmente la comida al hermano Liger, un leproso consumido en
cuyo rostro paseaban todas las repugnancias de la naturaleza. ¿Excesivo ? Tal
vez. Pero hermoso.
Había la convicción de que
la vida es un misterio que se nos ha confiado en depósito. La religión era
central. Ahora es periférica: los comunicados episcopales han hecho suya la
jerga banal: “La salud es el primero de nuestros bienes comunes”. Hay obispos que
incluso acaban de prohibir la participación de personas mayores de 70 años en
los entierros. Se asperge luego de la inhumación. Y Lourdes cierra sus puertas.
No hay más milagro. Se cierra la gruta, se apagan las velas, se confina a
Bernadette. Una inversión de perspectiva que tendrá sus consecuencias. Nada de
piedad popular ni de velas suplicantes. Cuando escucho los llamados a nuevas
vocaciones me digo a mí mismo: una Iglesia que cierra sus iglesias solo puede
despertar una clase de vocación: la de cerrajero.
Philippe de Villiers
universitario con formación específica en política y administración
pública, ex candidato presidencial, diputado nacional, secretario de estado,
diputado del Parlamento Europeo, escritor y empresario de alto nivel.
[1] PMA = Programa Mundial
de Alimentos, agencia de la ONU dedicada a “erradicar el hambre en el mundo”.
[2] OCDE : Organización para
la Cooperación y el Desarrollo Económicos (fundada en 1961). OMC : Organización
Mundial del Comercio (creada en 1995).
[3] GPA = Agreement on
Government Procurement (Acuerdo sobre Contratación Pública) es un convenio
auspiciado por la Organización Mundial del Comercio (OMC) que regula la
adquisición de bienes y servicios por parte de las autoridades públicas de los
países firmantes en base a los principios de apertura, transparencia y no
discriminación.
[4] Éric Zemour es un famoso
periodista francés de actualidad, continuamente llevado a tribunales por sus
ideas “políticamente incorrectas”.
[5] Ese año, en plena
guerra, era primer ministro de Francia